21 AGO. 2017 QUINCENA MUSICAL Schubert y la fatalidad sobre instrumentos de época Mikel CHAMIZO Y llegó, por fin, el primer gran concierto de esta edición de la Quincena Musical. Era predecible, ya que el debut en Donostia del Balthasar Neumann Chor & Ensemble el pasado verano fue memorable y casi toda la crítica coincidió en señalarlo como uno de los mejores momentos de la edición. Su regreso no ha defraudado las expectativas, y aunque su versión de la “Sinfonía incompleta” de Schubert no llegó a ser tan asombrosa como la “Pastoral” del año pasado, arrojó nueva luz sobre ciertos aspectos de esta obra maestra tan célebre y, sin embargo, tan enigmática. Según su más conocido biógrafo, Maynard Solomon, Schubert trabajaba en esta sinfonía cuando fue diagnosticado de sífilis y la dejó inacabada al desarrollar una fobia hacia ella. Hasta qué punto el contexto biográfico se filtra en la música es una incógnita, pero innegablemente vincula nuestra escucha. La orquesta que dirige Hengelbrock empleó replicas de los instrumentos de la época que Schubert, que son muy diferentes a los actuales: imperfectos, más dulces en algunos casos, más agresivos en otros. Así, los característicos tutti del primer movimiento se recibieron casi como golpes, rupturas trágicas del flujo del tiempo, como si la adversidad estuviera llamando a la puerta de Schubert. En el segundo, los solos del viento madera fueron ejecutados con tal delicadeza que su timbre parecía a punto de quebrarse, como una resignada voz cuya energía se diluyese. Es, desde luego, una interpretación personal, pero solo las grandes versiones son capaces de generarlas. En la segunda parte se unió el coro para abordar la “Misa en do mayor” de Beethoven y el grupo comenzó a mostrarse en todo su potencial. El suyo es un concepto extraño, en el que los solistas entran y salen de la masa coral y esta, a su vez, comparte rasgos de ejecución con el grupo instrumental. El resultado es fascinante, muy superior a la suma tradicional de un coro y una orquesta, dando todo su valor a una misa que, aunque ensombrecida por la “Solemnis”, es una de las creaciones más redondas y luminosas de Beethoven.