Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Nunca es tarde

En aquel Chile abismado de 1977, sucedió algo grandioso con las prisioneras políticas que deseaban librarse de los embarazos por asalto de sus carceleros. Algo que solo puede explicarse como brujería feminista. El colectivo por la salud de las mujeres de Boston había recogido en su célebre “Nuestros cuerpos, nuestras vidas” una técnica conocida como extracción menstrual, que permite succionar el óvulo, fecundado o no fecundado, sin intervención médica, a través de dos cánulas y una jeringuilla. Algo muy sencillo que se explicaba gráficamente en un panfleto dibujado por Suzann Gage y que fue difundido en los setenta por las redes de mujeres de varios continentes, cuando el aborto estaba prohibido en casi todo el planeta. La necesidad debe agudizar las habilidades porque varias amigas han intentado últimamente ponerlo en práctica con resultados irregulares. Hoy nos parece increíble que esa octavilla recorriera un mundo que ni podía imaginar lo que significaría internet, pero no hay red que funcione sin gente comprometida. Activistas de varios países montaron entonces Action For Women in Chile, entre ellas Barbara Ehrenreich, coautora de esa joya que iluminó la caza de brujas en clave feminista llamada “Brujas, comadronas y enfermeras. Historia de las sanadoras” en 1984. El trasvase de conocimientos pasó de las activistas gringas a las chilenas en Ciudad de México y de las militantes en la clandestinidad del MIR a sus hermanas prisioneras.

El Gobierno de Bachelet ha podido despenalizar por fin el aborto, al menos en tres supuestos: violación, riesgo de vida para la madre e inviabilidad fetal. Desde aquí nos puede parecer un avance insuficiente, pero para ellas es una victoria histórica. Han peleado heroicamente durante los últimos 27 años de democracia para recuperar algo de su autonomía reproductiva mientras se jugaban la vida abortando clandestinamente. Por algo será que conozco al detalle el desamparo con el que interrumpieron sus embarazos varias amigas chilenas. Hoy brindo con todas ellas, y me deleito imaginando a los carcamales fascistas que han vivido demasiados años y que morirán viéndolas triunfar finalmente.