Vuelta al cole y vuelta a la cola... del paro
Llega setiembre, el mes de las depresiones postvacacionales, la hora de despedirnos de los amigos hechos en el camino con la promesa de volver a reunirse, momento de llantos de niños porque queda apenas una semana para que comience la escuela. Pero también es el día en que la nube de la incertidumbre tapa el sol de la prosperidad.
Cuando pintamos 31 cruces en el calendario de agosto y llega la hora de voltear la página, tantos y tantos jóvenes se preparan para regresar a la cola del paro, a los trabajos de fin de semana, a las aulas para engrosar con titulaciones un currículum de sobra preparado. Como cada año, las cifras del paro han bajado en verano. A falta de las cifras de agosto, que están por llegar aun, nos fijamos en las de julio; hay menos paro, aunque la diferencia no es tan grande respecto a años anteriores, lo cual puede deberse a que la gente ya no coge vacaciones en verano sistemáticamente y, por lo tanto, ya existen menos sustituciones pendientes. En esta casa lo estamos viendo: algunas volvemos con nuestras pieles bronceadas y otros se despiden con la mirada puesta en el futuro.
Pero nos dicen que nos conformemos porque Euskal Herria está mejor que la media, como si estar mal en lugar de muy mal fuera suficiente. «Allá cuidaus». Y si no que se lo digan a mi amigo Julio, que en lugar de estar enseñando a niños en su Extremadura del alma, está aprendiendo a amar nuestras costumbres rodeado de pintxos en un bar de Plaza Barria. Ha conocido a Marijaia y se ha enamorado de ella, pero su corazón sigue a 800 kilómetros.