Cura de lo impermeable
Un festival de cine es esa burbuja en la que gente más o menos destrozada se refugia durante dos semanas de los problemas de sus respectivas rutinas. Una vez ahí, buscan otras preocupaciones, tales como comprobar hasta dónde podrá aguantar el cuerpo sin atender a sus necesidades más básicas. Nimiedades al lado de lo que realmente importa. Aquello que Venecia se ve con la obligación de recordarnos. En el Lido, por cierto, llueve a cántaros, y descubrimos que no somos impermeables, y que mucho menos estamos aislados.
La segunda jornada competitiva la inauguró Ai Weiwei, artista “guerrillero” que con “Human Flow” se propuso sintetizar, en poco más de dos horas, el tema más grave de nuestros tiempos. Su nuevo documental es un exhaustivo recorrido por todos los flujos migratorios (humanos, se entiende) del siglo XXI.
Una de las mayores voces de la conciencia de China, se empeña en subir de rango, y en auto-atribuirse cargos que eleven su obra a la escala mundial. La película, dígase ya, muy seguramente estará en el palmarés de la 74ª Mostra. Pero solo por los méritos de la urgencia que implica el objeto de estudio. Es carnaza de premios. No por su nula capacidad reveladora, sino por su carácter de –¿necesario?– recordatorio. Respetable gesto empañado por el poco tacto con el que Ai Weiwei, limitado cineasta, trata a los refugiados. En contra de los principios éticos fundamentales, convierte a menudo la tragedia humana en alimento para su ego. De naturaleza solidaria, quizás, pero desde luego acaparadora. Y claro, esto incomoda como no debiera.
Sin miedo a provocar esto último, llegó el libanés Ziad Doueiri con “The Insult”, un drama judicial del que su propio gobierno se desmarcó en unos sorprendentes títulos de crédito iniciales. La intención del director y coguionista es que un incidente subido de tono (pero aparentemente menor) ramifique en un conflicto tan complejo como los equilibrios geopolíticos de su país. Las formas simples priorizan la accesibilidad de un texto potente, que llama a la empatía desde una racionalidad iracunda. Es incendiario, sí, pero no por piromanía, sino por conocimiento de causa (y consecuencias) a la hora de tratar con este polvorín humano en que se ha convertido Oriente Próximo.
Por último, el plato fuerte. Andrew Haigh no decepcionó y se convirtió, por méritos muy reivindicables, en el primer serio aspirante al León de Oro. “Lean on Pete” es un road trip iniciático protagonizado por un joven (estupendo Charlie Plummer) en permanente huida hacia la supervivencia. Así de simple. Así de poderoso.
Haigh vuelve a confirmarse como uno de los cineastas más en forma del mundo. En la dirección de actores, en la escritura y por supuesto en una filmación preciosa pero sincera con la realidad retratada. Con una nobleza casi equina, el hombre cabalga por esa otra América. La de los olvidados. Seres marginales pero universales en su calidez humana, retratada ésta con un estilo y veracidad tales, que no nos queda sino empaparnos con sus mismas lágrimas. La impermeabilidad, ahora sí, como respuesta imposible.