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Ciudades invivibles


Aunque suene a nuevo, el término «gentrificación» se viene utilizando ya desde mediados de la década de los sesenta del siglo pasado. Hace referencia al desplazamiento de la población autóctona de una zona, normalmente urbana y deprimida, como consecuencia de su rehabilitación. Es decir, los vecinos de un barrio humilde deben abandonarlo cuando agentes especuladores lo modernizan hasta convertirlo en atractivo para las clases acomodadas, haciendo que suban los precios de la vivienda en particular, y del nivel de vida en general.

Uno de esos agentes es el turismo. Cuando la industria vacacional fija su punto de mira en una zona, la gentrificación tiende a la devastación identitaria. La actuación de las franquicias multinacionales se rigen por algoritmos de negocio que precisan concentrar una elevada oferta de consumo turístico en espacios delimitados en torno a elementos fácilmente comerciables de carácter natural, urbanístico o cultural.

Como consecuencia de ello, quienes hasta el momento de la invasión vivían en estos espacios, dejan de hacerlo porque la satisfacción de las necesidades de los visitantes es directamente proporcional a la pérdida de calidad de vida. Por su puesto, la vivienda residencial cae en picado porque los inmuebles ven crecer su valor de forma exponencial. Pero no solo eso, incluso los donostiarras que, durante décadas han tenido la Parte Vieja como área natural de interacción social, han dejado de frecuentarla. Y lo mismo ocurre en la Plaza Nueva y otros puntos del Casco Viejo bilbaino. Es el germen de las ciudades invivibles.

Es innegable el valor económico del turismo. Lo que no queda tan claro es cuál es el reparto de esa rentabilidad: grandes beneficios privados para unos pocos a costa de la explotación de bienes públicos cuyo mantenimiento, por cierto, pagamos entre todos. De ahí la responsabilidad de las administraciones, cuyo papel debe dirigirse a la delimitación de la presión turística, la preservación de la identidad local y la articulación de la convivencia. Todo ello, en estrecha colaboración con los vecinos.