GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

Una estrategia antiinsurgente perdedora


En general, hasta esta semana, la mayoría de tertulianos que participan en las radios españolas no contemplaba seriamente la opción de tener que aplicar en Catalunya el monopolio de la violencia que la condición de Estado les otorga. Creo que eso está cambiando.

De hecho, prevalecía la tesis de que, de darse algún tipo de violencia, vendría de los independentistas. Aunque para eso hubiese que extender el término de violencia hasta hacerla sinónimo de mala educación o antipatía. Incluso había a quien el quietismo de Rajoy le parecía en este caso una virtud pacifista. En plena sintonía con él, simplemente repetían que el referéndum es ilegal y que, por lo tanto, no iba a tener lugar.

No sé si son los argumentarios partisanos, los susurros palaciegos o un repentino cambio en la atmósfera emocional de la política capitalina, pero algo ha variado. El cambio de dial solo modula el grado, pero la justificación de la violencia se ha expandido en las ondas españolas. Unos rebuscan el ultraje, otros recitan a Montesquieu, otros alientan el espíritu de orden… pero sea por fatalismo o por ánimo, preparan ese escenario. Un ejemplo: niegan la hipótesis del Ejército en Barcelona para justificar secuestrar urnas, arrestar cargos, sabotear actos, promover enfrentamientos, censurar opiniones… Todo o algo puede pasar, pero es casi imposible que no pase nada. Ejercerla o fomentarla, el plan suena a situar algún grado de violencia como escenario alternativo a la ciudadanía catalana votando. Han tomado conciencia de que, llegado el caso, el Estado ejercerá la violencia. Y de que, probablemente, el caso ha llegado.

Una estrategia antiinsurgente así cuando enfrente hay gente que solo quiere votar es desesperada y perdedora. Eso sí, obliga a sostener un liderazgo y una serenidad ejemplares. Ayer los líderes independentistas demostraron una determinación a la altura del momento histórico.