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JO PUNTUA

El Corán


Mahoma fue y sigue siendo para el árabe (o para el ario iraní musulmán no árabe, o el malasio) profeta (igual que Jesucristo, hombre mortal e hijo de María para ellos), soberano, legislador, reformador de las costumbres y del modo de ser de su pueblo, y su obra, El Corán, es para el mahometano la palabra divina, la lectura por excelencia, el libro (eso significa «corán») que encierra el «summum» del saber y que debe ser base de todo sistema político, moral y religioso.

Desde la óptica occidental, sorprende –con pujos hostiles– que la religión mahometana cubra e impregne todos los ámbitos de la vida del individuo musulmán, tanto en la esfera pública y privada. Choca esto sobremanera al individualismo burgués –y no burgués al albur de la ideología dominante que es la de la clase dominante– que antepone su «libertad» a un Estado teocrático metomentodo. Sucede, repárese en ello, que en el Islam jamás hubo una revolución a la francesa manera donde se operó la separación entre la Iglesia y el Estado. Ni hubo enciclopedismo ni volterianismo deísta ni un «Ser Supremo» a lo Robespierre ni, remontándonos un par de siglos atrás, un Maquiavelo que privilegió la «razón de Estado» –el Príncipe– al preponderante agustinismo político que relega el «poder temporal» (civil) a la «Ciudad de Dios», al igual que hace con la filosofía como sierva («ancilla») de la teología, ergo: sometimiento de la razón a la fe. Y, sin embargo, todos deben y beben del averroísmo y los traductores árabes que vertieron a Aristóteles del griego al árabe y de este al latín. El escolasticismo tomista no hubiera existido sin eso, ni sus «cinco vías» demostrando la existencia de Dios, ni el «argumento ontológico» de San Anselmo ni nada de nada conque hoy se nutre la purria charlatana con y sin sotana. No es ya que mientan, es que ni saben lo que dicen, así que perdónales, Señor.

Se quejaba Voltaire, en su tiempo, de que así como en territorios árabes se veían multitud de iglesias y templos cristianos, no se veía una sola mezquita en la civilizada Europa. Presto gratis la cita a los «retroprogres» que hoy hacen aspavientos y jeribeques porque la cosa no es al revés.

Misericordia.