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La aportación de la rebelión rusa a los pueblos


Entre el imperio zarista y la monarquía castellana es fácil encontrar mucho en común. Rusia también tuvo su propia «Reconquista», una lucha de siglos contra el yugo tártaro-mongol, y de ahí el papel extremadamente importante de la nobleza militar y el clero. Incluso a comienzos del siglo XX, bajo su rígido poder, los pueblos de Rusia y el Estado español se contaban entre los más pobres y oprimidos de Europa. En ambos estados, los grandes terratenientes dominaban la sociedad y el reparto de tierras a los campesinos era uno de los problemas más acuciantes.

Sin embargo, mientras el Estado español no participó en la guerra mundial, el imperio militarizado de los zares no pudo mantenerse alejado de la batalla por la siguiente división del mundo. Y la guerra imperialista terminó derribando las fuerzas del arcaico absolutismo ruso. Si en 1905 la reacción fue capaz de repeler la primera ola de la revolución rusa con un tremendo esfuerzo en 1917 ya no tuvo éxito. Y en febrero cayó el trono imperial.

La peculiaridad de Rusia era la debilidad de la organización política de la burguesía, aplastada por la monarquía o acostumbrada a confiar en ella. Por ello los partidos revolucionarios socialistas desempeñaban un gran papel en la vida social. Fueron los líderes en la lucha contra la autocracia. Después de la caída del zar, cuando el débil gobierno interino se mostró incapaz de resolver el problema agrario y social, y salvar al pueblo de los horrores y desastres de la guerra, los partidos de izquierda pasaron a un primer plano.

En octubre de 1917, el partido bolchevique (POSDR (b)) era el más influyente en las masas populares. Aunque hasta entonces el partido más popular había sido el Partido Socialista Revolucionario (eseristas), que contaba con un millón de militantes. El éxito de los eseristas se debía a su promesa radical para repartir la tierra de los terratenientes a los campesinos; y la acción directa como método de lucha contra el estado policial que practicó en el pasado. Pero al llegar al poder, los líderes eseristas concluyeron una alianza con liberales e industriales. Como en el Estado español los anarquistas también fueron muy activos en Rusia. Fueron la respuesta en forma de negación de cualquier poder y propiedad privada al absolutismo y la tiranía.

Ya en verano de 1917, gran parte de los soldados y marineros, campesinos y trabajadores escuchaban con atención a los discursos incendiarios de los rebeldes radicales. Y los liberales y socialistas moderados, que tuvieron gran éxito inmediatamente después de la caída del zar, ya habían perdido gran parte de su apoyo debido a su cooperación con las élites burguesas.

En agosto de 1917, los oficiales de derecha junto con los elementos más reaccionarios intentaron dar un golpe militar. El comandante en jefe supremo del ejército ruso, el general Lavr Kornilov, envió tropas a Petrogrado, con la intención de establecer una dictadura militar. Sin embargo, la tradición de los golpes militares no ha sido fuerte en Rusia. Incluso el militar más fiel, Kornilov, vaciló, y finalmente los militantes de los partidos revolucionarios y los destacamentos de la Guardia Roja de trabajadores fueron capaces de detener el avance de los militares conspiradores a la capital. El papel del partido bolchevique en la derrota del golpe de Estado aumentó su autoridad. También el líder bolchevique Vladimir Ulianov (Lenin) apareció no solo como un gran teórico sino como un táctico flexible y efectivo. El POSDR (b) abandonó la visión ortodoxa del marxismo que consideraba la revolución en curso como «democrático-burguesa». Lenin y los bolcheviques empujaron audazmente sus límites con una síntesis de marxismo y socialismo populista, e incluso aceptaron determinadas posiciones del anarquismo.

Escrito por Lenin en 1917, el libro ”Estado y la revolución" plantea el «Estado-Comuna» como semi-estado que tiende a desaparecer, rompiendo así la línea de la socialdemocracia reformista. En aquel momento incluso las consignas propuestas por los bolcheviques no derivan de su antiguo programa socialdemócrata, sino que eran dictadas por la voz de las masas y coincidieron con las de otras fuerzas de la izquierda radical. Así, ganó popularidad el lema «la tierra para los campesinos», común a los bolcheviques y al ala izquierda de los eseristas o la llamada «Todo el poder a los soviets» que remplazó la antigua demanda de «república democrática» fue tomada por los bolcheviques del aún más radical grupo eseristas-maximalistas.

En octubre de 1917 entre los bolcheviques y otros socialistas de izquierda y anarquistas, se concluyó una alianza táctica y el programa bolchevique se amplió para incluir junto con el marxismo elementos del socialismo agrícola y libertario. Esto llamó al lado de la revolución a fuerzas adicionales y los unió para una ofensiva decisiva.

Además de los aspectos sociales y políticos, otro de los temas sin resolver en Rusia era el nacional. El imperio ruso era una «prisión de los pueblos», el Gobierno Provisional liberal también eludió su justa resolución. Solo los bolcheviques y los eseristas de izquierda proclamaron resueltamente el derecho de todos los pueblos del antiguo imperio ruso a la autodeterminación. Al mismo tiempo, Lenin tuvo que superar la resistencia de los elementos chauvinistas en el partido bolchevique que mantenían la posición de una «Rusia unida e indivisible». El programa nacional de la revolución de octubre atrajo a su lado a muchos socialistas de las regiones no rusas sometidas.

El gobierno interino no quiso hablar con los líderes del movimiento nacional bielorruso ni siquiera de autonomía. Los bolcheviques y los eseristas de izquierda en diciembre de 1917 presentaron la convocatoria del Congreso Pan-bielorruso en Minsk. Sin embargo, parte de la junta directiva del Soviet de Trabajadores y Soldados interrumpieron el congreso. Después de eso, los delegados se dividieron y los comunistas bielorrusos y los eseristas de izquierda a finales de 1918 y principios de 1919 crearon la República Socialista Soviética de Bielorrusia (RSSB). Por primera vez en la historia Bielorrusia tuvo un Estado-nación. Del mismo modo, se establecieron las repúblicas soviéticas de Ucrania, del Cáucaso, y más tarde en Asia Central. En 1922, formaron la URSS.

Hoy en día se puede debatir mucho sobre si las repúblicas de la Unión Soviética poseían soberanía suficiente, sobre si podían desarrollar una política nacional. Se puede hacer una larga lista de objeciones a la economía soviética, al sistema político y otras muchas otras cuestiones, pero no se puede obviar que las repúblicas soviéticas tuvieron un desarrollo sin precedentes de sus proyectos nacionales.

Lo que sí está claro es que reemplazar el sistema soviético por un modelo neoliberal ha llevado a una situación mucho peor, con resultados desastrosos en casi todas las esferas de la vida. A medida que el proyecto neoliberal fracasa, el establishment para eludir la justa ira de la gente empuja a los pueblos a luchar entre ellos. Pero la fuente de estas contradicciones y desastres es uno: el capitalismo, restaurado en el espacio postsoviético.

No obstante, los mayores ataques a la Revolución de Octubre y la URSS se hacen hoy por su compromiso con la violencia y el terror. En este caso, sus críticos olvidan la violencia y la represión del régimen zarista ruso, los millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial que en muchos aspectos provocó los acontecimientos de 1917, y la guerra civil y el posterior terror de los intervencionistas.

Pero la principal enseñanza que la Revolución de Octubre trajo a la gente de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y al mundo entero es esperanza. La esperanza de que el reino de la tiranía feroz y las camarillas oligárquicas no sea permanente. Que las guerras no siempre sacudirán al planeta. Que las personas organizadas puedan lograr igualdad y libertad social y nacional. Y durante décadas, los revolucionarios de todos los pueblos del mundo lucharon con esta esperanza, con fe en que otro mundo es posible…