Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Nunca toca

El pasado mes de julio, el actual Gobierno noruego aprobaba una medida insólita: posibilitar a los ciudadanos el pago de impuestos voluntarios. Es decir, aquel que considere que el nivel impositivo que soporta es demasiado bajo, cuenta con la posibilidad legal de aportar un plus a las arcas del Estado. Esta medida hay que entenderla en la dialéctica de enfrentamiento por la política fiscal entre derecha e izquierda, y con ella los liberales pretenden demostrar que la ciudadanía no está a favor de pagar más. Y parece que lo han conseguido: la curiosa vía tributaria voluntaria solo ha recaudado 1.000 euros en total.

Aun teniendo en cuenta que el compromiso con la res publica de los nórdicos es mucho mayor que el que impera en nuestras latitudes, este episodio no pasa de ser una astracanada de la derecha. Porque, al fin y al cabo, por algo los llaman impuestos: porque se imponen. Y si estuvieran bien diseñados, obligarían a tributar más a los que más tienen, para así avanzar en la redistribución de la riqueza. Pero no voy a eso. Quizá otro día.

Se acerca el solsticio de invierno, y ya tenemos colgados por doquier los carteles que anuncian la venta de la Lotería de Navidad. Ese y no el noruego es el auténtico impuesto voluntario que cada año ingresamos en las arcas de la Hacienda española de forma no solo voluntaria, sino ilusionada. El colmo de la estupidez. Un gran matemático de profesión, y mejor amigo, me lo ha explicado alguna vez: «Anjel, tengo la fórmula para que te toque el gordo: pásate 2.000 años comprando 50 décimos de números distintos cada año». Ya. No tengo ni tiempo ni dinero.

Pero, insisto, lo malo no es que seamos estúpidos como consecuencia de una fe mal entendida. Lo realmente nefasto es que gran parte de nuestros dineros se van directamente a Madrid, y allí ya sabemos cómo se las gastan. En Catalunya –a la fuerza ahorcan– han decidido que no pueden seguir así. Según los primeros datos, la recaudación por venta de Lotería ha caído un 30% en Lleida; en la comarca de Mollerussa, ese porcentaje supera el 50%. Da que pensar.

No lo vamos a negar: somos adictos y de golpe va a ser difícil. Pero quizá poco a poco...