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Día de la Memoria: aún queda mucho por hacer


El día 10 de noviembre fue el Día de la Memoria. Día en el que, cualquier persona puede pensar que lo lógico sería poder recordar a todas las víctimas, todas aquellas que han podido padecer cualquier tipo de violencia, porque no hay ninguna legítima ni justificable. Y llega el día en el que se celebra un acto institucional donde estás presente, y las cosas cambian. Una opinión, una mirada, o un simple gesto que da a entender que hay aún mucho por hacer y comprender.

Una de las diferencias que más puedo destacar desde que estoy dentro del Ayuntamiento, como concejala elegida por la ciudadanía de mi municipio, es que es necesario sentir. La política no es algo frío, o al menos no debería. Pero al entrar, se ven las cosas diferentes. Te das cuenta de que hay personas que parece que dejan de lado la empatía, la comprensión y solo miran réditos puramente personales o políticos. Se olvidan del motivo por el que están ahí, pierden de vista el objetivo y a quien deberían escuchar. Y llegan a hacer cosas, que a mi juicio, son incomprensibles. Ya no es un punto de vista distinto, que es algo que ocurre a diario con diversos temas y personas, porque la pluralidad es sana y debe existir. Hablo de otro escalón, un nivel diferente: lo humano.

Desde fuera de la política, podía ver cómo las diferencias eran palpables y entendibles, y que la violencia en Euskadi era un hecho que separaba a gran parte de la sociedad. Pero ahora, que ya no es el mismo escenario, que las instituciones son más dinámicas y flexibles, y se van dando pasos para que todas las partes puedan ser reconocidas, poco a poco, con el paso del tiempo, sigo viendo que no hay la misma respuesta por parte de representantes políticos. Y siento pena y rabia a la vez, cuando se hacen actos como el del pasado día 10 donde tuve delante a 2 familias emocionadas, con dolor, que agradecían este paso que, aunque simbólico, para ellas significa el reconocimiento a tantos años de sufrimiento por sus familiares asesinados.

Se me encogía el corazón cuando se nos acercaron para dar las gracias por estar ahí, por el simple hecho de apoyarles en su sufrimiento que jamás llegaremos ni a imaginar. Y me sentí incapaz de explicar por qué no estábamos allí todos los grupos políticos. ¿Cómo se explica a alguien que un grupo (PP) ha preferido hacer un acto paralelo, enfrente del Ayuntamiento, para honrar solo a sus víctimas? Como si fueran solo suyas, como si no importara que el resto quedara fuera de un reconocimiento y un sufrimiento indescriptibles. Como si hubiera víctimas de primera y de segunda, las que merecen algo y las que no. Creo que quienes eligieron no estar en este pequeño acto, si ese día hubieran recibido el abrazo de esas familias, no pensarían igual o al menos no habrían quedado indiferentes.

Este tipo de impotencia por nuestra parte y de falta de empatía por la otra, hace que cueste avanzar en Euskadi más de lo que parece para estar a la altura de la ciudadanía. Y es triste ver que no está solo en nuestra manos, sino en las de quienes no quieren reconocer que un conflicto hace que haya víctimas y que no son de nadie, sino del pueblo. Que para cerrar heridas, es necesario entendernos, superar los enfrentamientos duros incluso al recordar a quienes ya no están. Y dejar que el tiempo ayude a reconstruir la historia que nos queda por delante. Porque en Euskadi somos todas necesarias, las que estamos y los que se fueron. Por ellas y por nosotras, pedimos paz, para siempre.