Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

Sweet Home, Alabama

El martes pasado, una elección especial al Senado de los Estados Unidos tuvo un resultado inesperado. Un demócrata arrebató un escaño republicano que no cambiaba de color desde hace 25 años. El juez Roy Moore –un hombre acusado durante la campaña por nueve mujeres de abusos sexuales cuando ellas eran adolescentes– fracasó gracias a una movilización inusual del voto afroamericano y, más concretamente, gracias a las mujeres negras que, en un incontestable 98%, votaron a favor del candidato demócrata y pusieron a su partido a un escaño de la mayoría en el Senado.

Lo menciono porque, como dice Noam Chomsky, el partido republicano es una amenaza a la paz mundial y esta es una derrota memorable. Pero también porque la ola de feminismo que está cercando el abuso merece todo nuestro reconocimiento, y porque me emociona que todo esto haya ocurrido en Alabama, un estado emblemático del Sur que en 1965 vivió su propio Domingo Sangriento cuando la policía cargó contra 600 manifestantes por los derechos civiles que desobedecieron un mandato judicial y, encabezados por Martin Luther King, marcharon desde Selma hasta Montgomery para oponerse a la segregación racial.

Esta semana, he pensado mucho en las mujeres negras de Alabama, un estado plagado de estatuas confederadas, marcado por la herencia de la esclavitud, profundamente racista y lo bastante patriarcal como para presentar a un pedófilo como candidato del partido que dice defender «los valores familiares». En esas circunstancias tan adversas, miles de mujeres negras se levantaron el martes a votar a un partido que les ha defraudado demasiadas veces y nos hicieron reflexionar sobre la misoginia interiorizada de las mujeres blancas que votaron, en su mayoría, al candidato republicano. Pero, sobre todo, ellas y las nueve mujeres que acusaron a Roy Moore de abusos a pesar del acoso mediático que iban a sufrir, demostraron que no hay opresión que no permita resistencia y nos recordaron que nos merecemos ganar todas las victorias en las que nos arriesguemos a participar.