Raimundo Fitero
DE REOJO

Cruce

Si el Barça es más que un club, una victoria holgada sobre el Real Madrid dos días después de las elecciones del 21-D que tuvieron un resultado “malo” para los independentistas, pues solamente lograron “la mayoría absoluta”, viene a significar una confirmación, una sublimación del fútbol como tarjeta de visita de una situación política que cuesta entender desde las posturas inmovilistas de los españoles aposentados en al verdad única, fraude y muy poco libre. Pareciera como si Arrimadas fuera la futura presidenta de Catlunya, pero no va a ser otra cosa que una jefa de la oposición, si todo transcurre con normalidad, porque pueden pasar todavía muchas cosas, y los jueces puede mandar al talego a la mitad de los electos, y a otra mitad de los electores. Todo se andará.

Pero decir que el cruce entre política y fútbol alcanza diversos niveles que lo hacen innegable. Por ejemplo en estos días, casualmente, se ha sabido de la condena por la justicia a un caballero al que los jueces identificaron como el incitar de la pitada al cuñado de Urdangarein en un a final de fútbol que enfrentaba al Barça y al Athletic. Uno solo es el culpable. La justicia española es una sucesión de ridiculeces encadenadas. Pero al que atropellan le hacen daño. Es algo que uno se imagina que empezará a tenerse en cuenta en las mesas importantes de las instituciones europeas, porque el que le diseñaba campaña y estrategias internacionales, Moragas, ha dejado al Mariano y lo han nombrado embajador en algún sitio, mejor sueldo, menos exposición. Pero al finalizar el partido, ese portento de la naturaleza, todo músculo, poco cerebro, llamado Sergio Ramos, capitán del Madrid y de La Roja, ante un nuevo acto violento sobre el césped, le pregunta la prensa y dice que «en Barcelona querrían que estuviera en la cárcel como Puigdemont». Sin comentarios