Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Dame mujeres con carácter

Empecé el año reivindicando ese camisón que atesoro, color hueso, tan bonito, tan recatado, con las iniciales de mi amona Susana Goikoetxea bordadas, y que, pudorosa, no se atrevió a estrenar ni en su noche de bodas, allá por el 38. Y voy a terminarlo haciendo una oda al vestido transparente que se pondrá Cristina Pedroche para dar las campanadas. Volverán a derramarse ríos de tinta porque, sí, lo flipante es que hablemos tanto de ello. Cuando el debate público se desquicia por una aparente banalidad, algo tan intrascendente para el resto de la sociedad como el vestido que luce voluntariamente una mujer, estamos sacando al monstruo de la cueva. Y es el momento de arrancarle su misógina cabeza. Cuanto más obsesiva y absurda es una polémica, más dice de lo que somos. Y, sobre todo, de lo que negamos ser.

Negar que las mujeres nos la jugamos tan a menudo con nuestro aspecto es negar el patriarcado. Detrás de los vestidos mínimos que se enfunda ella, y que nos enfundamos tantas, está el estigma puta, aquella caza de brujas fundacional que nos asaltó sexualmente para dominar al pueblo y que se repite en bucle. Qué pena, ya no hace falta Inquisición: las mujeres aprendimos traumáticamente a controlarnos entre nosotras. Aunque tampoco hemos olvidado nunca la fuerza y la alegría de unirnos contra el amo. Detrás del hijab y del burkini, muchas mujeres y niñas se la juegan contra el racismo y la islamofobia. Y, sobre todo, deciden por si mismas. Esa es también mi lucha.

Me cae bien Cristina Pedroche, es bocazas, es auténtica, tiene ovarios. No es pluscuamperfecta. Espero tan emocionada la imagen de su cuerpo insumiso dando la campanada como la de su marido gamberro poniéndose ese vestido con el que plantará cara al qué dirán del 2018. Mi amona y sus hermanas, las tremendas y fabulosas Goikoetxea, solían decirnos a su estirpe: dame mujeres con carácter. Así somos, las mujeres vamos a vestirnos, a desvestirnos, incluso a taparnos, como nos salga del coño: ahí está el feminismo. Y felicito a mi tía-abuela Gregoria en su cumpleaños, por enseñarme la fuerza del vínculo. Incluso de la sangre.