02 ENE. 2018 CRÍTICA «The Disaster Artist» Toda una declaración –disparatada– de amor al cine JKoldo LANDALUZE Vista la propuesta de James Franco, cabe elucubrar en torno a lo que hubiera dado de sí una mesa compartida por Ed Wood y Tommy Wiseau. Esta reunión imposible, heredera de aquella charla fugaz que mantuvieron el que fuera considerado como «peor cineasta de la historia» con Orson Welles y que fue servida en bandeja de plata cinéfila por Tim Burton, ponía de manifiesto que, por muy malo que seas, siempre merecerá la pena sacar adelante lo que tienes en mente. Entre “Ed Wood” y “The Disaster Artist” también topamos varias similitudes y quizás la más importante de todas ellas es el gran respeto que tanto Burton y Franco otorgan a sus “criaturas marcianas”. En el caso del personaje que también borda a la perfección Franco, se revela la indomable fiereza de un autor a contracorriente y que en su delirio creativo plasmó en la pantalla la quintaesencia de la sicotronía fílmica en una presunta película titulada “The Room”. Cuentan las crónicas que en la abarrotada sala en la que se proyectó por primera vez y que se encontraba ocupada por amigos y conocidos de Wiseau, se instaló la idea generalizada de que jamás habían visto algo tan malo como “The Room”. La carencia total de cualquier tipo de regla, principal elemento de este filme, es precisamente lo que otorga verdadero sentido a “The Disaster Artist” porque Franco ha entendido a la perfección que para adentrarse en semejante exaltación del ego y del existencialismo petulante, la mejor herramienta era transformar a Wiseau y su alocado proyecto en un espejo ante el cual el espectador asiste al hilarante reflejo de lo que se considera como arte. En mitad de este circo, Franco compone su mejor obra hasta la fecha y lo hace sabiendo mantener el equilibrio entre el exceso que supone un proyecto de estas características lo cual ha dado como resultado una comedia vitriólica y una declaración de amor al cine.