El Chicle
Empezamos el año con bien fundadas críticas al tratamiento que dan algunos medios a asuntos como el de puta manada violadora, el caso al parecer resuelto de Diana Quer, las sospechas que están lanzando sobre la niña que denunció abusos de tres jugadores de fútbol en Aranda. Mantener en programas matutinos secciones destinadas a hablar de casos policialmente abiertos, con una cuadrilla de impresentables buscadores de titulares a costa de rumores sobre la vida privada de las personas es un peligro de machismo exacerbado. Son mujeres, víctimas, que estos bestias con sus insinuaciones las maltratan de nuevo. Ahora tenemos a “El Chicle” como supuesto autor de la desaparición de Diana Quer, pero ya se han escuchado tantas versiones que uno acaba mirando a la tele y creyendo que le sigue la diarrea de Nochevieja. Han aparecido tantos altos mandos de la Guardia Civil, con tantas banderitas y medallas en la pechera que uno empieza a creer que todo es mentira. Que han intervenido los mil novelistas al servicio de Zoido. De verdad, ¿es necesaria tanta formalidad, tantos mandos, tantos uniformes para decir a la sociedad que se ha encontrado el cuerpo de la joven, que hay un sospechoso detenido que lleva bastante boletos para que se confirme que es el que la asesinó, o al menos la mató y la ocultó?
Estoy convencido de que los inspectores que hicieron el trabajo no llevaban esa carga en el pecho. Y tengo otra idea macabra: un detenido en manos de estos inspectores, tantas horas, es capaz de confesar muchas cosas. Ante el juez podrá retraerse. Aquí hay algo seguro: el cuerpo de la víctima. Y a los canallas que especularon sobre su vida los deberían denunciar ante el tribunal del periodismo ético y fiable. Pero no pasa nada, recibirán premios porque tienen audiencia, que son las medallas mediáticas.