05 ENE. 2018 MOLLY’S GAME El encumbrado guionista Aaron Sorkin prueba suerte en la dirección Mikel INSAUSTI Alos guionistas de profesión les suele costar dios y ayuda pasarse a la dirección, y Aaron Sorkin ha tardado lo suyo en debutar, haciéndolo finalmente en el cine. Podía haber sido en la televisión, medio que le ha granjeado su fama como uno de los creadores que han revolucionado el panorama de las series, gracias a “El ala Oeste de la Casa Blanca”, “Sports Night”, “Studio 60” o “The Newsroom”. Pero empezó escribiendo para la pantalla grande, destacando ya en los 90 por “Algunos hombres buenos” (1992), “Malice” (1993) o “El presidente y Miss Wide” (1995). Su consagración definitiva llegaría con “La guerra de Charlie Wilson” (2007), “La red social” (2010), “Money Ball” (2011) y “Steve Jobs” (2015). Es posible que Sorkin haya pensado más de una vez que su material no ha caído en las manos adecuadas, porque no todos sus guiones los puede dirigir un David Fincher. Sin embargo, al margen de la valoración de cada producto concreto, para sus guiones todo han sido alabanzas, sin excepción. Dicha unanimidad crítica no se repite en su ópera prima como realizador, y por primera vez las opiniones aparecen divididas. Por la sencilla razón de que es muy difícil partirse en dos y ser tan buen guionista como director, y no digamos ya las dos cosas a la vez. Para estrenarse con “Molly’s Game” Sorkin ha confiado en su arma fuerte, que son los diálogos, siempre largos y rápidos, imponiendo un ritmo intenso al relato. Sin embargo, al adaptar un libro autobiográfico, el de la organizadora de partidas de póker clandestinas Molly Bloom, se ha topado con el problema de la voz en off a modo de introducción en primera persona. Una locución que resta fuerza a la brillante interpretación estelar de Jessica Chastain, nominada al Globo de Oro como Mejor Actriz de Drama, junto a la obligada categoría de Mejor Guion.