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IKUSMIRA

Tabarnia no es broma, pero hace gracia


Resulta elocuente ese empeño de los impulsores de Tabarnia por convencer de que se trata de una broma. Tanta insistencia delata, en realidad, un parche sobre la brutal imagen de los antidisturbios, la cárcel, el 155 y el sometimiento que sus reidores imponen al pueblo catalán. Como sacar a pasear al unicornio para que no veamos el tricornio.

Tabarnia es un engendro ficticio, pero no por ello menos peligroso. Las ocurrencias las carga el diablo, y esta ha sido casualmente resucitada tras la frustrante derrota electoral de los unionistas españoles, sus patrocinadores. Para ganar en la apariencia lo que no ganan en las urnas y, ya metidos en harina, inocular una confrontación de identidades de nuevo cuño.

Justifican un delirante ente basado en la orientación del voto –algo insólito en el planeta–, con pretensión de sujeto político agraviado que se atribuye el derecho que ellos mismos reprimen a sus conciudadanos. Tan perversa es la propuesta que, por magia, se desvanecería con una victoria españolista. Antes quebrar Catalunya que partir España.

Y digo que no es inocuo pues existen antecedentes en la historia europea –algunos trágicos–. Incluso en casa padecimos el experimento de Unión Alavesa, y hasta podríamos hallar reminiscencias en el origen de la exitosa UPN.

Y en este festival del humor, su bufón mediático propone cerrar TV3 para «arreglar lo de Cataluña (sic)». Bromas, dicen.

Se preguntarán, entonces, dónde está la gracia. Pues precisamente en la paradoja de su razón de ser. Enarbolan Tabarnia porque dan por perdida Catalunya.