OT
Se está escribiendo mucho, yo diría que demasiado, sobre la edición de “Operación Triunfo” que acabó el lunes en TVE, que encumbró a una joven de Iruñea, Amaia Romero, a la que todos llaman, y ella no se queja, Amaia de España, y que ha sido uno de los pocos éxitos de audiencia de la primera estatal, tan gafada ella. Parece que está de moda reivindicar a OT. Decir que se trata de una fórmula positiva, que retrata a la juventud actual, desprejuiciada, solidaria, sin tabúes sexuales y otra sarta de perlas engarzadas en un discurso que viene avalado por los casi cuatro millones de telespectadores que cosechó en la final que acabó con la consagración de Amaia, una perseverante concursante televisiva, que es una artista polifacética, con voz portentosa y personalidad comunicativa y que ahora deberá mantenerse en medio de la tormenta de adulaciones y sobreexposición mediática a la que la van a someter.
De esta edición salieron los concursante de Eurovisión con Amaia, en el dúo, ha ido acumulando audiencias y cuentan los especialistas que para la final se añadieron setecientos mil nuevos espectadores. Muchos. Y es que ha tenido una prensa y propaganda muy bien orquestada. Ha ido creciendo su conocimiento, han sabido aprovechar bien el material elegido, han explotado la fórmula, como en sus orígenes y han encontrado a personalidades como la de Amaia, que da mucho juego. Entre el profesorado también había mucho histrionismo. Y en la conducción un conocido de la cadena, Roberto Leal, que se ha consagrado al saber empatizar y conducir las galas de manera acorde con los objetivos. Es decir, una buen operación. Ahora empieza lo bueno. Pero es OT. Ni más ni menos. No hagamos demasiada filosofía de este entretenimiento. Han creado un buen producto para la industria audiovisual. Ojalá les dure mucho sin romperlo.