Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

El pasado, esa pesadez

Bendita paradoja: La primera jornada competitiva de esta Berlinale (un festival que, recordemos, cumple ahora 68 años, y en el que obviamente el pasado pesa) corrió a cargo de un debutante en el largo. Y en representación de una cinematografía (la paraguaya) carente de árboles dinásticos. “Las herederas”, de Marcelo Martinessi, es un sólido retrato de ambientes, de personajes y, especialmente, de estados. Se trata de un drama femenino con la tercera edad como contexto imborrable. Con esto y, cómo no, con el legado como salvación y martirio a la vez.

Martinessi hace de la decadencia pura decreptiud. Con contención pero con fuerza hiriente. Confinando la acción en jaulas más o menos doradas (pero siempre al borde del hundimiento) y asociándose con la inspiración de sus actrices (estupenda la protagonista, Ana Brun), firma un ejercicio impecable de estilo. También de exposición sicológica y social. El mayor logro de sus protagonistas es haber heredado un apellido de peso. El suyo, justo lo contrario: demostrar que el talento no depende de la procedencia.

La segunda propuesta de la Sección Oficial fue “Damsel”, de los hermanos Zellner, con Robert Pattinson y Mia Wasikowska como estrellas principales. La idea, de base cervantina, consiste en coger un mito (el del salvaje oeste) e idealizarlo hasta deformarlo y convertirlo en un chiste. La película, con clara vocación paródica, es una absurda y a ratos hilarante odisea construida a base de pedazos despedazados de otros westerns. Y funciona. A ratos muy bien. Tanto como metralleta de chistes (pesados) marca Sundance, como bandálica reflexión sobre una nación (la americana) construida a partir de un pasado inventado.

Por último, fuera de la competición, y para no desentonar, regresamos al pasado. A la Irlanda de 1847, nación oprimida (y famélica) a causa de la infertilidad del imperio británico. “Black 47”, de Lance Daly, es una especie de western (otro, sí) a vueltas con el orgullo gaélico y la sed de venganza hacia los agentes de la miseria. Una producción peligrosamente contagiada de la pobreza que retrata. Pues pobres son las actuaciones de su lujoso de reparto, pobre es la explotación de los recursos técnicos y, claro está, pobre (y pesada) es la dirección que conjuga todo esto.