Las depresiones finales
Costó, pero llegamos vivos a la línea de meta. Terminó esa prueba de resistencia pasada de rosca, a la que llamamos Berlinale. Lo hizo con un programa doble en la Competición, excusa de última de hora para terminar en lo esperable: Una última invocación a esa fuerza con la que tan a gusto se siente este certamen: la depresión.
Primero nos encontramos con la polaca Malgorzata Szumowska, y nos sorprendimos (para bien) con el enfoque que dicha cineasta le dio a una historia que invitaba, muy peligrosamente, al drama de pañuelo. Esto último lo usamos, sí, pero por haber reído demasiado. La historia nos habla de un joven que cuando creía que se iba a comer el mundo, va el mundo y se lo come. Tras un accidente laboral, le queda la cara desfigurada, y así, desfigurada queda su vida.
La directora usa este punto de partida para mirar alrededor y señalar con el dedo acusador. Cuando el hombre regresa a casa, le esperan las miradas de asco de sus seres amados. De una comunidad enfervorizada por el sentimiento religioso; por una supuesta espiritualidad que en realidad es devoción por el físico, por las apariencias... por lo material. Szumowska tira de desenfoques para invocar el efecto diorama. Así, la imagen se deforma para hacer creer al ojo que está viendo un universo en miniatura. A este ridículo queda reducido el maldito mundo, en lo que resulta una buena combinación entre moralismo (cañero) y, sobre todo, comedia.
Después fue el turno del alemán Thomas Stuber. “In the Aisles” clausuró el festival, sintetizando muy bien la propuesta general de este. Empezó el asunto con un guiño; con gesto afectuoso... y terminó en drama. Mejor dicho, en dramón. Lo mismo que en la historia de un hombre que empieza a trabajar en los almacenes de un supermercado. Ahí encuentra la amistad y el amor, pero también la muerte. La película funciona bien aplicando el manual de tópicos de los géneros visitados, pero tropieza pasando de uno al otro. Por trabajar poco el fondo de sus personajes, y también, claro, por ese gusto tan alemán por la depresión. Basta.
Con esto último, quedó por fin cerrado el Concurso de la 68ª Berlinale. Una de las selecciones competitivas más pobres de los últimos años. Más memorable por sus tropiezos que no por sus –escasos– aciertos. En este segundo deberíamos rescatar “Isle of Dogs”, nueva joya (animada) de Wes Anderson, o “Damsel”, western iconoclasta de los hermanos Zellner. Por supuesto, el nombre de Lav Diaz (con “Season of the Devil”) también debe ser destacado, al igual que el de Alexey German Jr. (“Dovlatov”), el de Marcelo Martinessi (“Las herederas”) o, claro está, el de Alonso Ruizpalacios (“Museo”).
Con todo, el barómetro de la crítica apunta también hacia otros dos autores. Primero, hacia Adinia Pintilie y su “Touch Me Not”, más que incómoda terapia contra los males de amor. Después hacia Erik Poppe y su “U - July 22”, película que por temática y ejecución, parece que lo tenga todo para coronarse en Berlín. Lo sabremos en breve, cuando el Jurado presisido por el director Tom Tykwer se pronuncie al respeco. A él y a los demás miembros, mucha suerte. Y ánimos.