Raimundo Fitero
DE REOJO

Gatos

Los vídeos de gatitos hacen que mi vida se haya convertido en un carnaval de los animales domésticos. Cuando veo docenas de gatitos con perrito, la cosa se eleva a categoría de shock emocional. Y si encuentro canales que se dedican a reproducir estos vídeos de manera estupefaciente, entro en la fase más aguda de mi enfermedad redundante. Aflora descontrolada mi rabia, mis ansias de venganza, mis resentimientos. Y no hago otra cosa que mencionar frases del hombre de las mil corbatas: José María Carrascal, pero con voz de Bertín Osborne y cara de Pablo Motos. Así me vuelvo hormiga, gata, serpiente pitón o almohada de plumas de gorrión con funda de algodón trenzado a mano.

No sé si es romper mi compromiso con mi asesora de imagen, pero me paso últimamente más tiempo en los canales de crímenes que en los de cocina. En el que tiene un huevo frito de anagrama, las incorporaciones son demasiado políticamente correctas. Han colocado a una simpática mujer marroquí, que nos hace platos tradicionales pero de repente nos informa que ha nacido en Orio, por lo que nos quedamos algo traspuestos, pues no sabemos descifrar muy bien sus platos cuando los pasa tanto de cocción. Las abuelitas mexicanas además de ser tiernas mujeres, muy trabajadoras, nos ofrecen recetas similares entrega tras entrega. En cambio, en los crímenes sin resolver, se me ofrecen datos, docudramas reproduciendo los hechos según pudieron ser, fotos de cuando sucedió y el momento actual de los investigadores, por lo que noto el paso del tiempo, de la moda. En la serie francesa, siempre aparece un restaurante en el relato y los coches usados por el supuesto son de marca patria. Por cierto, ¿los gatos de hoy, son iguales que los gatos de los años cincuenta del siglo veinte? ¿Cuántos gatos mueren violentamente al día?