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DE REOJO

Euforia


Se cruzan los sentimientos de euforia y compromiso. La responsabilidad es grande. Se habla de día histórico. Se tiene una sensación de ser protagonistas y espectadoras de un acontecimiento que va a marcar el futuro político. El empoderamiento de las mujeres ya no está en un papel o un discurso, sino que ya debe implementarse en el día a día, en lo cotidiano, en la educación, en la vida más allá de las coyunturas. El lacito morado de ayer no basta, hoy, el día después, empieza el futuro. Las energías positivas confluyeron en todos los lugares para cambiar lo existente, para reconfortarse, para reforzarse en cada gesto, en cada pancarta, en cada baile, en cada objetivo coyuntural, para hacer que se convirtiera en un acontecimiento cósmico en el sentido de que se superaron las retóricas, se abandonaron los estados reticentes y se pasó a ir marcando el terreno, a declarar el tiempo de la igualdad, el principio del fin de ese machismo ancestral, para ponerlo en la cautela de algo obsoleto, de algo a eliminar como se quita el sarro entre los dientes o se limpian las cañerías para que circule el agua cristalina sin bacterias.

Me dejo llevar por la euforia. Estoy escuchando desde hace semanas la palabra feminista como una realidad incuestionable, irreversible. Se nota el orgullo con el que se identifican muchas mujeres de todas las edades, la puesta en valor del término y de lo que lleva tras su enunciado. Es un cambio histórico. Ha sucedido. Y ha sido un movimiento global. Histórico por ello. Quedan todavía fuerzas reaccionarias que irán a la contra. Empecemos por la escuela, hagamos que quiten sus morbosas manos las iglesias. Algunas cadenas de televisión han sabido estar a la altura del acontecimiento. Y algunos profesionales masculinos han sentido la falta de sus compañeras. Y se han dado cuenta que son imprescindibles.