04 ABR. 2018 «‘Justo’ acumula todo el cabreo del mundo y no tiene nada que perder» El escritor barcelonés Carlos Bassas, afincado en Iruñea desde hace años, regresa a su ciudad natal con Justo, una novela con un protagonista homónimo, que narra en primera persona, con un estilo afilado –sus frases son como cuchilladas sobre el papel–, la historia de un asesino de la tercera edad en la que el lector decide si la trama es real o la alucinación de una mente desordenada y justiciera. Patxi IRURZUN IRUÑEA “Justo”, publicada por Alrevés, al igual que algunas de las anteriores novelas del autor, pertenecientes a la serie de su investigador Herodoto Corominas, aparece a la vez que Bassas deja la dirección de Pamplona Negra, del que ha sido creador y director durante años. Tanto lo uno como lo otro, sus novelas y su trabajo al frente del festival literario, lo han convertido en uno de los “kíes” del género negro en el estado, pero con su nueva obra decide salirse del camino seguro y arriesgar, buscar una voz y una manera de mirar propias, un personaje heterodoxo dentro del género, y una historia que es a la vez guía de una Barcelona cuya memoria se está perdiendo. ¿Cómo surgió «Justo»? Todo empieza en una conversación con otro escritor, Alexis Ravelo, durante uno de los festivales de Barcelona Negra, en la que él comentó que escribir una serie de novelas con un personaje, un detective o un policía, está muy bien, pero es lo fácil, y si te quieres probar como escritor tienes que salir de tu zona de confort y romper con el camino cómodo, probar otras cosas. Eso me picó, y decidí ponerme a prueba a mí mismo. A mí había un personaje secundario de una película, “Magic girl”, que había visto hacía tiempo y que me gustaba, y el cual me hizo plantearme por qué no un personaje de novela negra de la tercera edad, un hombre de 75 años que acumula todo el cabreo del mundo y que está en ese punto en que no tiene nada que perder. Con eso y la leyenda judía de los 36 justos empecé a darle forma a un personaje que tenía algo de justiciero y de loco, y al que el lector, puesto que está escrito en primera persona –algo que tampoco había hecho nunca– puede optar por creer o no lo que cuenta, decidir si es real o no. Así surgió “Justo”. ¿Esa elección de la primer persona y el tono de la misma fue algo que lo determinó la personalidad de «Justo» o era algo premeditado? Tenía la idea de que al personaje le iba ese estilo desordenado, con una mezcla entre cabreo y nostalgia, pues alguien que vive en una ciudad que se está desintegrando. Normalmente suelo planificar bastante las tramas, pero esta novela empecé a escribirla sin saber realmente a dónde iba, aunque tenía unas líneas maestras en la cabeza. A mí lo que me preocupaba era ser capaz de mantener la misma voz del personaje, el mismo tono al principio y al final y por eso escribí escenas del final de la novela a la vez que las del principio. Y después pensé que ya uniría ambas, que ya recorrería ese camino desordenado. El desorden también me interesaba con un personaje como Justo, un anciano, en el que a veces se mezcla el presente con la memoria, recuerda cosas… La novela también le ha servido como hallazgo, para encontrar un estilo propio. Sí, ya con la anterior, “Mal trago”, empecé a perder el miedo a tener una voz o un estilo propio muy marcado. Al principio uno tiene la sensación o quiere escribir de manera que te lea más gente, o que puedas llegar a más lectores o que sea más cómodo para ellos, pero eso te lleva a un gris uniformador, a parecerte mucho a otros, y en literatura lo bueno es que alguien abra un libro tuyo, lea tres párrafos y te reconozca inmediatamente por tu forma de escribir pero sobre todo por tu forma de mirar el mundo. Y yo con “Justo” quería eso. Justo evidentemente es un personaje de ficción pero también tiene mucho de la manera en que yo miro el mundo. La novela es también una guía de una Barcelona que se ha perdido. Hay una parte de homenaje a mi ciudad, a la que yo dejé siendo joven, es decir a la Barcelona de los 80, la que reflejaron los que son algunos referentes míos como Vázquez Montalbán, González Ledesma o Andreu Martín. Esa Barcelona se sigue manteniendo a duras penas viva en algunos barrios y mientras siga viva determinada gente. Cuando esa generación desaparezca morirá, no desde un punto de vista de memoria histórica, porque las fotos, las crónicas, están ahí pero morirá en la memoria de la gente, ya solo permanecerá en los libros, y eso, y es una de las críticas que hago en ”Justo”: no es tanto culpa del turismo masivo que ha invadido la ciudad, sino de una forma de pensar de los propios barceloneses, que creían que esa Barcelona era paleta y provinciana y que los Juegos Olímpicos nos lanzaron a la modernidad y a convertir Barcelona en una ciudad pija, en una marca, que reniega de su pasado, que es verdad que cierto modo es un pasado muy feo, porque Barcelona era una ciudad fea, que vivía de espaldas al mar, pero que desde el punto de vista afectivo era muy bonita, con mucha vida en los barrios, y sentimentalmente más acogedora. Es la primera vez que ambiento algo allí, quizás porque he llegado a una edad en la que ya no me sonroja mirar hacia atrás con cierta nostalgia. Justo es un justiciero, alguien que además se cree un elegido, lo cual lo convierte en alguien peligroso. Ese un tema que me interesa y está presente en otras de mis novelas, me refiero a estos tres conceptos: ley, justicia y venganza. Vivimos en una sociedad que se rige por unas normas, las leyes, que emanan de un poder político que tiene ideología, lo cual hace que muchas veces no sean justas, o no sean justas para quien tiene otra ideología. Hay una serie de normas en las que todos coincidimos, relacionadas con homicidios o asesinatos, pero fíjate la polémica ahora mismo con la prisión permanente revisable. Justo representa en cierto modo ese concepto de justicia popular, muy bíblica. Yo pensaba en cómo podía representar eso y recurrí a la leyenda judía de los 36 justos, los cuales no tienen por qué ser buenos, sino fríos o incluso vengativos. Y todo eso forma un poco la personalidad de Justo, junto con algunas otras historias, relacionadas con su madre, que componen un personaje que finalmente no se acaba por saber si está loco o no, y que a la vez es ese justiciero que todo ser humano lleva dentro. Con «Justo» rompe su serie de «Herodoto Corominas». ¿La recuperará, habrá por el contario más novelas de «Justo»? Tengo dudas, porque por un lado me tira, pero por otro lado creo que es una novela bastante redonda. No sé, si acaso hay otra novela de Justo, antes habrá otra de otro tipo por medio. En cuanto a la otra serie, habrá al menos una más, que ya estoy escribiendo Es un personaje que tiene algo de justiciero y de loco, y al que el lector, puesto que está escrito en primera persona –algo que tampoco había hecho nunca– puede optar por creer o no. Justo representa en cierto modo ese concepto de justicia popular, muy bíblica. Y para ello recurrí a la leyenda judía de los 36 justos, los cuales no tienen por qué ser buenos, sino fríos o incluso vengativos. No es tanto culpa del turismo masivo que ha invadido la ciudad, sino de una forma de pensar de los propios barceloneses, que creían que esa Barcelona era paleta y provinciana.