Raimundo Fitero
DE REOJO

Buena vida

Las series documentales dedicadas al conocimiento de los países a través de su paisaje, su patrimonio artístico y cultural y su gastronomía tienen muchos antecedentes históricos. Los viajeros anglosajones escribieron auténticas joyas. Hay un tipo que se dedica a recorrer el mundo a base de trenes que siempre usa un libro de referencia de alguien que habla de ese lugar que atraviesa para darnos datos históricos, descubrirnos lugares exóticos y de paso alguna comida y bebida. Dijéramos que estamos ante un formato muy trabajado.

En estos momentos tenemos varias ofertas de esta índole. En La 2 cada mediodía dos individuos adultos recorren en un Masseratti con el volante a la derecha Italia. Son un inglés estudioso del arte y un cocinero italiano y van demostrando sus conocimientos no solamente en las grandes ciudades, sino, sobre todo, en los pueblos que forman parte de una historia cultural y gastronómica mucho más profunda, con menos servidumbres a la fusión, al turismo masivo, y así vemos maravillosas iglesias o ermitas con obras de arte fantásticas y conocemos regiones italianas con unos platos locales realmente inusitados, como fue ver unas lentejas con salchicha de cerdo, que a su vez está criado con lentejas de esa zona. Otro programa similar es el de otro italiano, de apellido Capone, que ahora está entregando sus visitas a diversas regiones peninsulares, hablando con viticultores, agricultores, ganaderos, restauradores, chacineros o fabricantes de quesos. Es el mismo esquema. En este caso, también él acaba haciendo un plato a sus acogedores compañeros de capítulo. El primero tiene el porte anglosajón, hay mucho texto, muchas ideas, es un auténtico programa cultural de alto nivel. El segundo, más sencillo, sin otra pretensión que comer y beber bien. Dos celebraciones de la buena vida.