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JO PUNTUA

Huevos


Hace falta un tipo de sadismo muy especial para usar la fuerza de la autoridad represiva contra alguien, atemorizarle con la supresión de su libertad, amenazarle con la fuerza de la arbitrariedad y, después, señalar su vulnerabilidad o su miedo y afearle su presunta falta de valor, señalándole con el dedo y burlándose con un “mira qué cobarde eres”.

Sin embargo, ese sadismo castizo que les reprocha a los catalanes que “no tienen huevos” es lo que ha estado promoviendo el Estado en su ofensiva anticatalana, y lo que la cultura social ha integrado de buena gana. Eso es, quizá, lo peor de España: que, a veces, se refleja grotescamente en su mejor artista y se revela profundamente goyesca. En sus peores momentos históricos, en sus más penosas ofensivas imperiales, España es un duelo a garrotazos. Es Saturno, devorando trágicamente a sus hijos. Y es trágico porque en el embate contra el enemigo catalán, millones de españoles están haciendo gala, cuando menos, de una total falta de empatía democrática y, cuando más, de una crueldad turbadoramente machista e imperialista.

¿Lo peor? Que todo el tiempo que invierte el pueblo español en odiar a Catalunya y jactarse de poner el yugo en su cuello, es tiempo que pierde para emanciparse de las élites extractivas más corruptas de Europa, de los oligarcas que convirtieron Castilla en un triste imperio, latifundizaron Andalucía hasta arrastrarla a los pies de la historia y se perdieron cualquier adelanto histórico por una despiadada mezcla de avaricia, oscurantismo y estupidez.

Ojalá las últimas decisiones alemanas iluminen nuevos caminos de racionalidad en la opinión pública, pero será difícil porque el reino de España ya tiene cómo encajar estos golpes sin moverse del sitio. Solo tiene que achacarlos a la “leyenda negra”, es decir, al presunto sesgo negativo contra ellos que se originó en el siglo XVI por su supremacía imperial. Un “los profes me tienen manía” que en versión neocuñada española se traduce en “los europeos nos tienen envidia”.