09 MAY. 2018 DE REOJO Gibson Raimundo Fitero Durante varias generaciones decir Gibson, era decir blues, rock and roll, pop, música actual, modernidad, progreso, clasicismo. Cualquiera que empezara a tocar música en un rincón de una lonja, si su instrumento era la guitarra, su máxima ilusión era poder tener un día una Gibson en sus manos. Pienso ahora mismo que de todos sus modelos seguramente se habrán fabricado y vendido probablemente millones de guitarras de esta marca mítica. Pues resulta que está en quiebra y va a cerrar. Y dicen los más exagerados que si cierra Gibson, se acabará con las guitarras eléctricas. Y si se acaba con las guitarras eléctricas, se acaba con una época, una etapa de la humanidad. La muerte del ‘sapiens electricus’. El fin de la fiesta, la sumisión de la manualidad a cargo de la programación. El triunfo del continente sobre el contenido. La guitarra seguirá siendo un apoyo para la libertad, para combatir la soledad, para abrazar la esperanza, huir de la enfermedad, acompañar a la voz aterciopelada o en agudos tintados de histeria. La guitarra o sus versiones más genuinas, ancestrales, seguirá estando en la mano de muchos seres humanos que quieren expresarse por encima del gesto y del ruido. Pero el instrumento que más influyó en el siglo XX en la vida de todos, la guitarra eléctrica y sus posibilidades, parece estar en problemas. No solamente una marca concreta, que ya pasó una quiebra hace pocos años, sino una idea musical. B.B. King se enterró con su guitarra Gibson a la que llamaba Lucille que durante un tiempo se puso a flirtear con la Gerundina de Raimundo Amador. Ustedes han visto miles de Gibson en todas las actuaciones televisivas o en directo. Paul McCartney siempre tocó un bajo Gibson. Un día no muy lejano las guitarras Gibson serán joyas de museo. Un recuerdo, una nostalgia.