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IKUSMIRA

Un país no se mide por las cañas servidas


Bilbo acoge este fin de semana dos finales internacionales de rugby y se augura la llegada de cien mil visitantes. Es una buena noticia que el país reciba eventos culturales o deportivos de proyección exterior, porque nos ubica en el mapa y nos permite demostrar, también a nosotros mismos, que somos capaces de hacer grandes cosas.

Sin embargo, me entristece constatar que los referentes con que luego se evalúan esos «logros» apuntan casi con exclusividad al flujo económico que reportarán, fundamentalmente en la hostelería, la capacidad para acoger pernoctadores, los transportes extras y los hectolitros de cerveza con que saciaremos su sed.

No es la mejor medida. La capacidad de atraer acontecimientos debería ser un estímulo para suscitar la atención sobre los aspectos más positivos y originales del país, su identidad cultural, su territorio, su antigua y bella lengua, su aspiración a ser soberano, su modernidad... Una pantalla para mostrar Euskal Herria.

Y qué decir si como presentación pudiéramos exhibir un país más decente, que no dejara pasar frío o penurias a sus jubilados y desempleados, que acogiera con orgullo a los inmigrantes, que hubiera desterrado la violencia de género y el machismo, que no fabricara armas para la guerra, que protegiera su naturaleza y su medio urbano ante la voracidad del cemento, que ofreciera oportunidad a los jóvenes para disfrutar de su talento al servicio de la comunidad... y que fuera conocido por ello.

Son maneras diferentes de medir, pero sin duda nos daría una mejor y más singular imagen. Y autoestima.