20 MAY. 2018 DE REOJO Residuos Raimundo Fitero Las bolsas de plástico en tiendas minoristas y supermercados se deben pagar. Lo ha decretado el Consejo de Ministros y parece que con eso se soluciona o se amaina el problema de la generación insufrible de residuos plásticos que están ahogando, literalmente, a los mares y océanos y producen situaciones irreversibles en muchos puntos donde el reciclaje es una entelequia. En las islas Maldivas, según reportaje de La Sexta, se está ganando terreno a un mar cristalino a base de hacer contenciones con residuos plásticos y otras basuras. Es una incongruencia absoluta. Bordea el delirio y el insulto global. Vale, muy bien, pagaremos una ridiculez por cada bolsa, a algunos este estipendio desmesurado nos hará llevar bolsas propias, de marca a ser posible, a las tiendas y supermercados y entonces llenaremos el carrito con una bolsa de plástico con una magnífica ensalada limpia de brotes variados que lleva el marchamo de ecológica. O las fresas nos las pondrán en un envase de plástico muy mono. Incluso en algunas fruterías. Si nos apetece alitas de pollo vienen magníficamente envasadas en unas tarrinas de plástico. Y no sigo porque es deprimente comprobar la cantidad de residuos no orgánicos que generamos de manera inconsciente y que parece puede ser parte de nuestra fosa común, de nuestra imposibilidad de hacer un mundo compatible con la vida. Contemplar las imágenes de miles de toneladas de plásticos flotando en el mar o convertidos en parte del lecho marino que impide la vegetación y la cadena trófica de manera adecuada, provoca desazón. En estos reportajes siempre vemos montañas de envases de agua. De todos los tamaños. El gran negocio. La gran mentira. Embotellar agua que debería fluir por los grifos y fuentes. No hay soluciones fáciles ni ideales para las basuras. La mafia se pelea por gestionarlas.