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JO PUNTUA

La cagaste Burt Lancaster


Para cualquier jurista, que le desestimen su pretensión por un defecto de forma es una catástrofe que le deja sin excusa de ningún tipo, desnudo de argumentos con que tapar sus vergüenzas profesionales. El tribunal de que se trate le está diciendo que ni siquiera va a entrar a valorar su pretensión porque está mal planteada, porque adolece de un defecto que la hace inviable. Y ese defecto es achacable solo y exclusivamente a quien lo ha cometido, a quien siendo profesional del derecho no ha sido capaz de cumplir con los requisitos de forma indispensables para que su pretensión sea admitida a trámite. Si la existencia de ese defecto formal que hace inviable la pretensión le ha sido señalada de antemano habiendo hecho caso omiso de la advertencia, entonces el error se convierte poco menos que en tragedia.

Pues bien, todo eso es lo que le ha ocurrido al juez Llarena con su petición de entrega de los exiliados catalanes que se encuentran en Bélgica, y veremos que es lo que ocurre con los de Escocia, Suiza y Alemania, porque parece que sus peticiones adolecen del mismo defecto: no haber acordado la detención a nivel interno. La actuación del instructor ha sido desconcertante en muchos momentos, como cuando desactivó las euroórdenes para volver a activarlas después, o cuando decidió no detener al president porque supuso que eso era lo que Puigdemont quería, pero el mazazo recibido ahora es de los de KO en el primer asalto.

El revés no es solo para él, sino también, para el Tribunal Supremo de España en cuyo nombre actúa, de ahí que este haya reaccionado con una inexplicable acusación a Bélgica de falta de compromiso con la justicia europea y con la democracia española, algo que no deja de sorprender viniendo, como viene, de un tribunal. El rigorismo excesivo es sin duda pernicioso en la aplicación de las leyes, pero todos los tribunales coinciden en que el respeto a unos requisitos formales mínimos es imprescindible como garantía para el justiciable, y si uno no los cumple es su problema. De puta pena Sr. Llarena.