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Entrevista
AGNÈS VARDA
CINEASTA Y FOTÓGRAFA

«Mis películas nunca han generado dinero, eso es algo que no me incomoda»

Después de haber optado por el Óscar, el exitoso y entrañable documental «Caras Lugares» llega finalmente a las salas comerciales. A punto de cumplir 90 años, la cineasta de origen belga relata cómo fue recorrer el Estado francés a bordo de un camión mágico y codirigir con el artista callejero JR.


La menuda figura de Agnès Varda (Bruselas, 1928) contrasta con todo lo que esta mujer ha sido capaz de hacer. Llegó poco antes de que la Nouvelle vague causara revuelo, y terminó formando parte de ese movimiento que influiría en la cinematografía mundial.

A punto de cumplir 90 años, Varda sigue activa. «Soy fuerte pero no tanto», recalca con una sonrisa y voz suave, al recordar el plan de acción que armó y co-dirigió con el artista callejero JR para realizar el documental “Caras Lugares”.

Entre Agnès Varda y JR hay más de 50 años de diferencia. Pero cuando, por iniciativa de la hija de Varda, Rosalie, se conocieron en la casa de la realizadora y fotógrafa francesa en la parisina Rue Daguerre, se trazaron el propósito de hacer algo juntos. Y ese “algo” con el tiempo fue tomando forma.

Durante 18 meses, rodando una semana por mes, «porque ya no me puedo permitir tanto tiempo de pie, ni en trajines», según Varda, fijaron ruta a través de diferentes pueblos del Estado francés. «Sabíamos a dónde íbamos, pero no lo que pasaría en cada uno de esos lugares», describe Agnés, quien se propuso sacar a JR de su entorno urbano para internarlo en un mundo bastante desconocido para él, a bordo de lo que la directora llama “el camión mágico”, una camioneta estampada con una gigantesca cámara fotográfica, equipada con un una impresora de fotos en gran formato.

Bruay-la-Buissière, Pas-de-Calais, Sainte-Marguerite-sur-Mer, Alpes-de-Haute- Provence, Bonnieux, Goult, Chérence, Pirou en Normandía, formaron parte de ese recorrido, topándose con sus agricultores, pueblerinos, mineros, obreros de una fábrica de sal, trabajadores del Puerto de El Havre que durante el momento del rodaje estaban en huelga, «la mayor registrada en Francia», rememora, y que «hicieron un alto en la huelga solamente para colaborar con nosotros».

A Varda se le apilan las anécdotas, tiene muy fresco el nombre de cada persona, parece que aún está impregnada de las emociones experimentadas en lo que ella misma denomina «una aventura». Cuenta que con JR disfrutó precisamente el hecho de que a pesar de la brecha generacional, se dieron cuenta de que ambos compartían los mismos deseos, la misma intención que no era otra sino la de acercarse a los lugareños.

«No me cansé de conocer a gente», se entusiasma quien califica el proceso de este documental como un alegre trabajo sociológico. «Algo pasó entre esas personas que conocimos en nuestros viajes y nosotros, se tendieron lazos, y es que a donde fuimos logramos construir algo, pero también aprendimos mucho, y estamos muy agradecidos por tanto que nos dieron». “Caras Lugares), cuyo estreno mundial tuvo lugar en el Festival de Cannes en 2017, inició un exitoso y fructífero recorrido que alcanzó la cima con una nominación al Óscar como Mejor documental. Varda, quien también fue galardonada en noviembre pasado con el Óscar honorífico, se convirtió en la primera persona de 89 años que optaba por la codiciada estatuilla.

“Visages Villages”, tal como se titula originalmente, fascina por lo entrañable, por su humanidad, por hacer que el público se sienta un pasajero más de ese camión mágico. «JR y yo sentimos una confianza recíproca, lo cual fue muy importante porque con nuestra idea parecía muy difícil de conseguir financiamiento para la realización, es que ¿quién iba a darnos dinero para viajar por casi todo el país?», entra en detalles Varda, y relata que su hija Rosalie, en calidad de productora se dedicó a buscar financiamiento. «Al principio ella pensaba que era un proyecto bastante loco, pero al mismo tiempo era creativo, como una pieza de arte, y como tal lo propuso», describe. La realizadora se ríe cuando se le pregunta si sospechaba de la universalidad de este documental. «No tanto», se sincera y remonta al pasado. «Mis películas nunca han generado dinero, eso es algo que no me incomoda porque he tenido otras satisfacciones, como cuando he estado en Brasil, Corea del Sur o en Japón, y encuentro en esos lugares a gente que adora mi trabajo. Nada más por eso me siento afortunada».

Entre su lista de filmes realizados a lo largo de seis décadas, Varda se empeña en encontrar al menos un que le haya generado ganancias. Y da con esa película. «Solamente San toi ni loi (Sin techo ni ley, 1985)», dice como cantando el bingo, «las otras no tanto», se ríe y agrega rápidamente, «yo no sé lo que es un Blockbuster, y algunas de mis películas no tuvieron nada de éxito. Mi intención con este documental junto a JR no fue el de hacer dinero, ni por la fama».

Sin embargo, Varda es una celebridad. Se le reconoce a leguas con su pelo de dos colores, «un solo color es muy aburrido», dice en una escena de “Caras Lugares”. Su trabajo ha contribuido a engrandecer el cine francés, a pesar de que no haya conseguido colocar su nombre en la cumbre habitada por hombres que llevan el nombre de Jean- Luc Godard o François Truffaut. «Cuando hice mi primera película, ‘Le pointe courte’, fue considerada bastante radical», recuerda quien compartió toda la vida con el realizador Jacques Demy. «Fue en 1954, cuatro años antes de la Nouvelle vague, abriendo prácticamente el camino para ese movimiento».

A pesar de ese momento tan significativo, Varda mantiene una actitud humilde, «yo no es que estuviera rompiendo las reglas, más bien estaba inventado las mías, y aunque esa película nunca generó dinero, para mí siempre fue importante hacer un cine significativo, sin buscar fama ni fortuna».

Cuando Agnés Varda recogió su Óscar honorario, las imágenes de ella bailando con Angelina Jolie le dieron la vuelta al mundo. Es innegable que a raíz de los movimientos #MeToo y Time’s Up a las mujeres que laboran en la industria cinematográfica se les está despejando el camino de tantos obstáculos.

«Muchas mujeres han sido obviadas, y no solamente en el cine, sino también en otras expresiones artísticas, vale recordar a (la artista plástica) Camile Claudel (1864- 1943), quien murió sin salir de la sombra de Auguste Rodin, o Alice Guy- Blaché (1873- 1968), quien produjo y dirigió películas trabajando con León Gaumont (1864- 1946), y a pesar de su importancia, de Guy-Blaché no se supo hasta bien entrada la década de los 80», se lamenta.

«Actualmente existen muchas mujeres en la industria cinematográfica, como directoras, productora, definitivamente las cosas están cambiando, y ahora más que nunca la mujer no puede perder su voz», apunta.

No se puede negar que con “Caras Lugares”, Agnès Varda está viviendo un renacer artístico, muy a pesar de que siempre estuvo allí. Esta mujer que toda su vida ha trabajado con las imágenes, en este documental se enfrenta a cosas nuevas, y su curiosidad y ganas de aprender son tan frescas como las de un adolescente que empieza a recorrer mundo, a transitar un largo camino que le queda por delante. El poder de la imagen posee hoy otro significado, pero en base a su experiencia en “Caras Lugares”, ¿acaso Agnès Varda lo percibe de esta manera?

«Lo diría de otra forma», dice a modo de introducción, «primero está el poder de la imaginación, luego el poder del encuentro y por último el poder de la imagen, porque esta última es el resultado del deseo de la gente de contarnos sus historias, y de expresar su consentimiento para ponerles en posters de gran formato».

«El poder de la imagen es más bien simbólico», analiza, «y cuando digo imaginación, es porque puede ser un poco loco el hecho de que entremos en una fábrica y le preguntemos a los trabajadores si quieren jugar con nosotros», concluye con un guiño de travesura quien desde hace poco confiesa que sucumbió a los encantos de Instagram.

«No puedo creer que a mi edad, pueda ponerme en esas cosas –se ríe– pero como las imágenes para mí son una forma de juego, por eso abrí una cuenta en Instagram». Después del largo recorrido que ha tenido “Caras Lugares”, a Varda algo le mueve por dentro, y es el deseo de volver a visitar a la gente que conoció en el camino, a aquellas que se dejaron fotografiar, de quienes aprendió mucho, de esas personas que «nos dieron mucho, tantísima energía», se emociona.