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El negocio de la basura


Estos días, con la propuesta de la Diputación de Gipuzkoa de traer residuos a Bizkaia y el nuevo brote de Fiebre Q en la planta de tratamiento de residuos de Arraiz, está quedando en evidencia la improvisación y la falta de control por parte de las instituciones en los residuos que generamos. También queda en evidencia que se prioriza incinerar, y hacer negocio privado, a la reducción y a la sostenibilidad.

Ya lo decía Iñaki Azkuna, «sólo se tienen que preocupar por sacar la basura, del resto ya nos ocupamos nosotros». Parece que esta afirmación ha sido suficiente para que una gran parte de la población se haya despreocupado de lo que ocurre con los residuos una vez sale de sus hogares, pues quedaba en manos de los autodenominados «grandes gestores».

También ha sido una de las claves para la consideración social generalizada de las basuras como residuo, como desecho, cuando el PNV siempre ha tenido claro que las basuras, los residuos, son sobre todo un recurso, y un negocio. De los gordos.

Y así, desde la perspectiva del negocio, del lucro, con la incineradora de residuos de Zabalgarbi a estrenar y con la Planta de Tratamiento Mecánico Biológico en proyecto, el PNV diseñó desde las instituciones un Plan de Gestión de Residuos para Bizkaia del 2005 al 2016.

El plan lleva caducado desde diciembre del 2016 y ahora proponen prorrogarlo hasta el 2020, para –según dicen– adecuarlo a las exigencias que vendrán desde Europa. Pero ¿qué dice Europa sobre los residuos? Más allá de entrar en el poco clarificador debate de cifras y porcentajes, en el que tras un oportuno maquillaje todos salen vencedores, merece la pena poner sobre la mesa la «jerarquía de tratamiento residuos» que establece la Normativa Europea, bastante más entendible y menos sujeta a la manipulación que los datos: primero prevención, no generar residuos. Segundo reutilización. Tercero reciclaje. Cuarto valoración (o quemar). Y quinto eliminar (vertedero).

En Bizkaia esta jerarquía no se respeta porque todo el sistema está dirigido a que Zabalgarbi queme la mayor cantidad posible de basura, porque si no tuviera basura que incinerar, la planta no sería rentable. Es decir, que en Bizkaia el objetivo principal no es ni prevenir, ni reutilizar, ni reciclar, sino valorizar.

En las últimas semanas Bilbao ha iniciado la implantación del quinto contenedor, el marrón, el de materia orgánica, a toda la ciudad. En esta campaña, el alcalde Aburto nos dice mediante carta algo por muchas conocido, que el 40% de la bolsa de basura doméstica es materia orgánica, es decir, comida y restos de comida. El 40% de la basura generada es materia compostable, es decir, materia que tras su descomposición es reutilizable en huertas, jardines, bosques, zonas recreativas, etc. Siendo esto así, ¿por qué tras 13 años de un Plan de Residuos en Bizkaia no se ha abordado de manera efectiva la recogida de materia orgánica? ¿Para no quitarle a Zabalgarbi el 40% de su «comida»?

En cuanto a la prevención, los datos demuestran que la generación de residuos está más relacionada con los vaivenes de la economía de consumo que con la concienciación ciudadana, por lo que podemos asegurar que en este ámbito el Plan de Gestión ha fracasado estrepitosamente. ¿Por qué no hay una voluntad clara por abordar la reducción de residuos? Para que Zabalgarbi no se quede sin residuos que quemar.

Con este panorama, ¿por qué quieren prorrogar el Plan de Gestión de Residuos de Bizkaia? No tiene sentido prorrogar un Plan que no funciona, es una huida hacia adelante que pretenden llevar a cabo el gobierno foral del PNV y el PSE. Esto es algo a lo que nos oponemos y que hemos dejado claro en Juntas Generales de Bizkaia.

Las directivas europeas recientemente aprobadas ya dejan bien claro cuales son los objetivos a conseguir por los estados miembros desde ya hasta el 2035. Prorrogando el actual Plan hasta el 2020 es seguro que Bizkaia no cumplirá con lo que se exige desde Europa.

Hace falta diseñar un nuevo plan, transparente y que cuente con la participación de agentes sociales, sindicales, académicos, económicos e institucionales, que revise criticamente lo hecho hasta ahora y aborde los retos que se nos plantean como territorio para poder gestionar nuestros residuos como recursos, desde una perspectiva de sostenibilidad, de responsabilidad compartida, porque la verdadera inversión es dejar a las futuras generaciones una Bizkaia sin hipotecas medioambientales en forma de contaminación.