16 JUN. 2018 MUNDIAL 2018 En el nombre de los hijos A los porteros australianos Brad Jones y Danny Vukovic les unen duras historias familiares. Beñat ZARRABEITIA Brad Jones y Danny Vukovic esperan a la sombra de Matt Ryan su oportunidad en la portería de la selección australiana. Sin embargo, más allá de su habitual suplencia en el arco de los socceroos, ambos tienen sendas historias familiares que unen tragedia y superación. Y que las gravísimas enfermedades padecidas por sus hijos cambiaron sus vidas por completo. El verano de 2010, después de haber pertenecido durante nueve años al Middlesbrough, Brad Jones recibía la noticia con la que había soñado desde la infancia, el Liverpool quería ficharle. Su madre Karen es natural de Merseyside y de ahí su pasión por los reds, acompañada de pósteres, camisetas y bufandas en el domicilio familiar de Perth. Sin embargo, su felicidad se vio abruptamente interrumpida: una llamada desde Australia le alertaba del estado de salud de su hijo Luca. El pequeño, fruto de una relación anterior, apenas contaba con cinco años y los médicos aún no daban con un diagnóstico concreto. No obstante, Jones decidió abandonar el Mundial de Sudáfrica para estar junto a su hijo. Poco a poco, se confirmaron los peores augurios, su hijo padecía leucemia y necesitaba de un trasplante de médula ósea. Jones pasaba la mayor parte de su tiempo entre el Estado francés, donde residía con su madre, y Liverpool. El fútbol había pasado a ser un elemento secundario tal y como aseguró en una dura entrevista concedida al “Daily Mail” en 2013. «El club me dio libertad y yo me sentía realmente mal». Pese a ello, en enero de 2011, fue convocado para jugar la Copa de Asia con Australia. Durante el torneo recibió una llamada esperanzadora: habían conseguido un donante, mediante el uso de una placenta y el cordón umbilical. Las cosas parecían mejorar, pero la Leucemia reapareció. Las visitas se sucedían, pero en noviembre de 2011, nada más regresar a Inglaterra, Jones era informado de que debía volver al hospital. Buscó todos los vuelos posibles e incluso trató de alquilar un avión privado. Le fue imposible; para cuando llegó ya era demasiado tarde. «En ese momento, solo quería correr. Mi vida era un caos lleno de turbulencias». Su hijo Luca fallecía el 16 de noviembre. Después de viajar a Australia y celebrar los funerales, Jones regresó a Liverpool. La vida debía seguir, más allá del tópico, su pareja Dani Rose estaba embarazada y pronto tuvo la oportunidad de debutar en la Premier frente al Liverpool y de jugar en la semifinal de la FA Cup ante el Everton, «en tan poco tiempo, pasé de estar mentalmente en ningún lugar, a jugar uno de los partidos más importantes en el mundo del fútbol, fue caótico». Su estado anímico no era el mejor, pero el nacimiento de su hijo Nico supuso un impulso: «He luchado mucho por reencontrar mi vida y sé que Luca me acompaña todos los días». Tras cinco años en el Liverpool, en 2015 –a la par que su hija Romi llegaba al mundo– fichó por el Bradford. Finalmente, ha sido en Holanda donde ha podido relanzar su carrera. Tras un breve paso por el NEC Breda, el histórico Feyenoord llamó a su puerta. En De Kuip ha logrado ganarse el cariño de la afición, tanto que en noviembre del año pasado, coincidiendo con el sexto aniversario de la muerte de Luca, encendieron las luces de sus móviles y entonaron el “You’ll never walk alone” en forma de tributo. Un gesto que Jones, activo colaborador de la Anthony Nolan Fundation, agradeció emocionado. A la sombra del eterno Mark Schwarzer primero y de Matt Ryan ahora, Brad Jones apenas ha sido siete veces internacional, pese a entrar en numerosas convocatorias. Una de las escasas titularidades fue la que acumuló el pasado mes de marzo ante Colombia. Durante el encuentro fue sustituido por Danny Vukovic, en lo que supuso el estreno del arquero de origen serbio con la selección australiana. Una jornada muy especial, ya que ese mismo día cumplía 33 años y también había padecido una durísima situación familiar. Nacido al Este del país en el seno de una familia de origen balcánico, Vukovic y su pareja Kirsty habían tenido que hacer frente a la enfermedad de su hijo Harley. El pequeño sufrió una atresia biliar, un problema de salud poco habitual y que se manifiesta durante los primeros días de vida. El pequeño necesitaba un trasplante de hígado. Su padre, que entonces jugaba en Melbourne y era uno de los iconos del campeonato aussie, lanzó un mensaje en Twitter: «Harley es uno de los 1.500 australianos que necesitan un donante». Su vida giraba hacia un hospital, en el que pasaba noches durmiendo en el suelo, una dura realidad que incluso le llevó a perder la confianza y concentración en el césped. Lejos de Sídney, decidió regresar a la capital para poder acompañar en todo momento tanto a su pareja como a su hijo. Ferviente defensor de las donaciones, señaló que «Australia tiene algunos de los mejores profesionales sanitarios del mundo». Tanto su entrenador como sus compañeros aplaudieron su pundonor con diferentes homenajes públicos. Finalmente, el trasplante pudo llevarse a cabo y el pequeño Harley continúa con su tratamiento. Eso sí, ahora lo hace desde Bélgica, ya que su padre es una de las estrellas del Genk. Según relató en el portal playersvoice.com, «me contactaron por correo electrónico, me hablaron de la enfermedad de mi hijo y de la presencia de buenos especialistas en Bélgica. Me gustó, querían que yo estuviese con ellos». El acuerdo se cerró en el marco de la pasada Copa Confederaciones. Y la verdad es que no fue una mala elección: los hinchas del Genk le han elegido como mejor jugador de su equipo. Dos historias de superación, empatía y sufrimiento. Son Brad Jones y Danny Vukovic, ambos esperan su oportunidad. En caso de obtenerla, no tendrán ningún miedo, la vida les ha deparado situaciones tan duras que para ellos estar en el Mundial es un auténtico regalo.