«En la aldea de Abdallah Wallo las primeras en levantarse son las muchachas, que, apenas rompe el alba, salen a buscar el agua. Es una aldea afortunada: el agua está cerca. Basta descender por un declive abrupto, escarpado y arenoso hasta el río. El río se llama Senegal. En su orilla norte está Mauritania y en el sur, el país que lleva su mismo nombre, Senegal. Nos encontramos en un lugar donde se acaba el Sáhara y empieza el Sahel, una franja de sabana estéril, semidesierta y tórrida». A buen seguro que al legendario reportero polaco Ryszard Kapuściński le hubiera encantado narrar con su rica prosa y detallismo el Polonia-Senegal que se juega esta tarde (17.00) en el Grupo H, y que previamente abrirá (14.00) el exótico Colombia-Japón, viejos conocidas sobre el césped tras aquel 1-4 ‘cafetero’ en Brasil 2014, pero también por las puntuales migraciones de trabajadores nipones a suelo colombiano en el siglo pasado.

Los menos de dos mil nikeei o descendientes de origen japonés en Colombia ante los millones de colombianos bancando a su selección, una Japón apuntalada por la vieja guardia de los Honda y Kagawa, capacidad técnica y asociativa pero falta de mordiente, ante los Falcao o James Rodríguez, dirigidos por el argentino José Pekerman.

Si Colombia viene de hacer un buen papel en Brasil hace cuatro años alcanzando los cuartos, Senegal es esa selección africana que por individualidades está siempre llamada a prometer. La victoria ante la Francia de Zidane en Seul 2002 fue una agradable sorpresa mundialista. Los ‘Leones de Teranga’ llegan a Rusia con una nómina de ocho delanteros entre sus 23, entre ellos el Red Sadio Mané. Otra cosa es que tengan la capacidad anotadora del depredador que tendrán enfrente. El debutante en un Mundial Robert Lewandowski ha sumado 1,5 goles por partido con su selección en 2017, superando la marca de Predrag Mijatovic con Yugoslavia y estableciendo un nuevo récord anotador en una campaña clasificatoria UEFA para el Mundial (16). El Grupo H está servido.