Conozco a Jesús Loza, el nuevo delegado del Gobierno español en Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Considero su buena fe, a pesar del difícil papelón de pretor que le ha otorgado Pedro Sánchez. Y hasta quisiera ver algo parecido a un avance en sus primeras declaraciones sobre el acercamiento de las presas y presos políticos vascos.

Pero los árboles no deben impedirnos ver el bosque.

La cuestión nuclear ahora no es acercar cárceles, porque las cárceles, presidios son. Allí y aquí.

De lo que se trata es de cerrar con imaginación, generosidad y éxito una etapa dura y difícil que dura ya demasiado tiempo. Y para ello hay que derribar muros. No basta con acercarlos.

La sociedad vasca y buena parte de su representación política, social y sindical, ha dado pasos de gigante para avanzar en la normalización y la paz. Muchas y muchos han puesto su grano de arena para aportar a un proceso que debiera concluir con la liberación de todos los presos políticos y un compromiso inequívoco de respeto a las decisiones que tome el pueblo vasco en relación a su propio futuro.

Pedro Sánchez tiene en la mano un pasaporte a la historia con mayúsculas. Si contribuye a la paz, al respeto a nuestro pueblo, a la normalización de la convivencia, habrá superado ese Rubicón que los mandatarios españoles nunca se han atrevido a cruzar, para desgracia de todos.

Ahora sólo me queda observar y confiar en que Jesús Loza le ayude en esa reflexión. Lo contrario sería nefasto porque lo que está en juego es demasiado importante para confiarlo a las encuestas.