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El cuaderno rojo se ha manchado de barro


Hace ya unas semanas que Juan Mari Aburto volvió a retomar sus recorridos por el Botxo cuaderno rojo en mano. En 2015, siendo aspirante a alcalde, esa libreta del deustuarra se convirtió en un emblema de los aires nuevos que pretendía insuflar a la actividad municipal, dejando atrás la «era Azkuna». Transmitió ilusión a muchos, cansados de episodios poco reconfortantes para los amantes del diálogo.

Aburto manifestó a lo largo de su periplo por los barrios altos de la villa que se acercaba a ellos «con hechos, con proyectos, con actuaciones y no con palabras vacías» para mejorarlos. Fue llenando muchas páginas de su famoso cuaderno con planes e ideas con los que trazar una hoja de ruta. Otras iniciativas las tenía en mente y no hizo falta que las plasmase, según aseguró.

Tres años en la casa consistorial han sido suficientes para que ese «humanismo cristiano» del que hacía gala se haya tornado en lo que el portavoz del PP, Luis Eguiluz, define como «comportamiento de un hooligan de batzoki».

Ha habido minutos de ira en los discursos del primer edil en lo que va de mandato pero la última tormenta se desató después de que solo sus socios le secundasen en el denominado «Pacto por los Barrios», que la oposición rechazó al unísono. Desde el movimiento vecinal también se ha seguido con perplejidad esa iniciativa, que sustenta su crítica de que no hay una participación ciudadana efectiva.

Aburto arremetió contra la oposición, calificando de «desfachatez» su posición. El cuaderno rojo ha caído en un charco y parece difícil limpiar el barro de sus cubiertas.