Raimundo Fitero
DE REOJO

Escalafón

Como saben, mantengo que las sentencias de los jueces, en demasiadas ocasiones, son simples excrecencias de su ideología. Insisto en una sospecha. Hay sentencias que forman parte del examen previo para ascender en el escalafón judicial. La famosa jueza Carmen Lamela, tan ligera con sus decretos de prisiones provisionales para los independentistas, acaba de ganar una plaza en el Tribunal Supremo. Por méritos. Obviamente. ¿De qué méritos hablamos? Vaya usted a saber.

El obsesivo juez Llarena acaba de declarar con la solemnidad y pomposidad sobreactuada de los que mienten, que la justicia española no está politizada. Y lo dice precisamente él, que en cada papel que ha salido de su juzgado ha expresado de manera nítida, como si fuera al dictado, las tesis del gobierno de la banda del PP que me imagino será la misma tesis del juez con perrita que está ahora al frente del ministerio de la porra y las entregas en caliente. Mantener la acusación de rebelión a unos políticos en el ejercicio de su mandato, hacer el ridículo por Europa de una manera tan obstinada es obvio que proviene de un impulso político coordinado, no de una iniciativa judicial. Estos son algunos excesos que se convierten en un cúmulo de indignación cuando se emplea la saña en sentencias a mujeres abusadas, violadas, maltratadas. Que a Juana Rivas le caigan cinco años de cárcel y seis de la pérdida de la custodia de sus hijos, es una barbaridad que no se corresponde con ninguna noción de justicia reparadora porque condena a la vez a los niños inocentes. Y cuando se investiga los antecedentes del juez que la firma, Manuel Piñar, nos encontramos que debería haber sido expedientado hace tiempo por los conceptos que ha vertido en anteriores sentencias, siempre con un sesgo machista rijoso y asqueroso, totalmente repugnante.