Raimundo Fitero
DE REOJO

Burbujas

Ante tanta violencia realista, bien vendrán unas dosis de relativismo dogmático. Ando en una burbuja de superlativos condensados y contradictorios que forman una nube subterránea. Me sobran adjetivos y me faltan verbos. Pero no puedo ver las imágenes de la huelga de taxistas sin entrar en una burbuja ideológica para protegerme y no intoxicarme. ¿Contra quién es la huelga de los taxistas? ¿Qué piden exactamente? En Barcelona y Madrid hay gobiernos municipales del cambio, en el central un partido zombie aparentemente resucitado y con respiración asistida, ¿no es demasiada casualidad? Sorprende esta virulencia, esta movilización en unas fechas tan importantes.

Los chefs que han consolidado su oferta aseguran que hay demasiados restaurantes donde impera la mediocridad. Y yo, consumidor intermitente, les doy la razón. En todos los puntos geográficos, es indudable la renovación, el cambio formal, las cartas muy escuetas, pero la proliferación de nombres alzados por los medios, la cantidad de escuelas de alta cocina, los numerosos programas televisivos no han logrado una masa de consumidores crítica. Una auténtica burbuja. Van a lugares recomendados, se sorprenden por los rituales supuestamente nuevos y no catan lo que les sirven, sino que lo veneran. Sin rechistar. Pagan y se hacen una foto. Misión cumplida.

Y qué decimos del vino. La detención de una banda que se dedicaba a falsificar vinos de alta gama, es decir, de precio desorbitado me ha provocado una maligna satisfacción. Hay quienes no hablan de un vino, sino de su precio, como si eso fuera alguna garantía. Los falsificadores llenaban con vino peleón botellas de mil euros. ¡Qué satisfacción debían sentir! Constatar la cantidad de gilipollas que hay dándoselas de experto en vinos. Y con la complicidad de algunas guías.