08 AGO. 2018 JO PUNTUA Ojo al desalojo Alberto Matxain Tras 40 años de franquismo y otros 40 de alternancia UPN-PSN llegó el cambio político a Nafarroa. 80 años, que se dice pronto. Cuánta gente nació, luchó y murió sin conocer otra cosa, soñando no ya con la revolución que parecía tan cercana en los años 70, sino tan solo con conseguir un punto de partida. Y lo conseguimos. Por precario que haya demostrado ser, el cambio político creó condiciones favorables para que, entre otras muchas cosas, los gaztetxes empezaran a florecer. Y florecen, pero con dificultades. El Gobierno de Navarra ha solicitado medidas cautelares para el desalojo del gaztetxe Maravillas. El desalojo parece inminente, y la asamblea del gaztetxe ha decidido organizar la resistencia. Así lo comunicó el viernes en asamblea abierta y ayer en rueda de prensa. Un análisis de la situación me lleva a concluir que los futuros posibles del gaztetxe son dos: la solución acordada y el desalojo. Recordemos la quincena larga de desalojos de la década pasada y su resultado: la desaparición de los gaztetxes de Iruñerria tras una resistencia épica pero estéril, y las graves consecuencias represivas y políticas para el movimiento juvenil. La acumulación de fracasos, más de un centenar de detenciones, los heridos en las cargas policiales, juicios, multas, 10 años largos sin gaztetxes, la dispersión y el debilitamiento del movimiento juvenil y el encarcelamiento de un joven. Aquellas experiencias me llevan a descartar una resistencia exitosa: el desalojo tendrá lugar y sus consecuencias pueden ser desastrosas a nivel represivo (la ley es más dura que hace 10-15 años), y a nivel político para toda la izquierda de Iruñea. La única opción con posibilidades de éxito para aquellos que defendemos la existencia de los gaztetxes es hacer frente a la amenaza de desalojo y apostar por una solución acordada. Y mirando un poco más lejos, entre los futuros escenarios institucionales posibles posteriores a las elecciones de mayo, solo uno ofrece condiciones más o menos favorables a la existencia de espacios autogestionados. Los otros dos escenarios son altamente desfavorables. Los gaztetxes solo tendrán futuro con un cambio de izquierdas. Recordemos la quincena larga de desalojos de la década pasada y su resultado: la desaparición de los gaztetxes de Iruñerria tras una resistencia épica pero estéril, y las graves consecuencias represivas y políticas para el movimiento juvenil