GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

La ley no es para mí


En un momento dado de las conversaciones grabadas a la amante del Rey emérito, Corinna, esta dice que Juan Carlos no distingue (en sus mordidas y chanchullos) «entre lo legal y lo ilegal». Me parece la más exacta definición de lo que es la arbitrariedad ergo: impunidad, inviolabilidad e irresponsabilidad (política) de un personaje que, además, funge –ejercía– de jefe de Estado.

El Rey no siente la necesidad de evaluar las consecuencias de sus regios actos ya que, para él, todo el monte es orégano. La raya que separa lo legal de lo ilegal queda para los mortales. Y ello al margen de que el régimen suelte lastre –cuestión de marketing– y encarcele a alguno de los suyos que sufrirán, como carnaza y chivos expiatorios de cara al pueblo, la llamada «pena del telediario», una especie de «populismo penal».

Y es que el derecho burgués –en una sociedad de clases– nunca puede buscar el «igualitarismo» puesto que su función primaria es justamente sancionar la desigualdad real. Hacer abstracción de la sociedad dividida en clases postulando una igualdad formal para sancionar la desigualdad real. Rodrigo Rato, por ejemplo, o una «tarjeta black», entendería su entrada en prisión como algo «antinatural» y el uso de esa tarjeta como lo contrario, esto es, «natural». Y ello porque cree pertenecer a esa casta que no distingue entre lo legal y lo ilegal.

Las leyes, las sanciones, las penas, no se han pensado para ellos. Podría decirse, apurándome, que muestran estupor y perplejidad como Urdangarin cuya «culpa» no ha sido otra que hacer –y emular– lo que veía en su contorno y dintorno con total «naturalidad».

Amén de que el delito genera toda una serie de «industrias» para el capitalismo, a su alrededor, lo mismo en forma de, vale decir, «cárceles privadas» (como en Francia) que lucrativas «asociaciones de víctimas del terrorismo».

Solo les falta cotizar en Bolsa.