30 AGO. 2018 Entrevista FERNANDO BUIDE COMPOSITOR «No hay tantas diferencias entre las músicas de Estados Unidos y Europa» Nacido en Santiago de Compostela en 1980, Fernando Buide del Real es un activo pianista y compositor. Recibió su doctorado en la Universidad de Yale y en la temporada 2014-15, gracias al Premio BBVA, fue el autor más programado por las orquestas sinfónicas del Estado español. Mikel CHAMIZO DONOSTIA El Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical llega a su final esta tarde con la actuación del Ensemble Música Práctica, un grupo gallego que dio su primer concierto en Santiago de Compostela en 2012. Con la dirección artística de Jorge Montes, Fernando Buide y Alejandro Sanz, se definen como un proyecto multidisciplinar que tiene como principal objetivo mostrar el punto de encuentro entre diferentes vertientes artísticas, partiendo siempre de una idea musical. Hoy harán su debut en Donostia con un programa que investiga las relaciones musicales entre los dos orillas del Atlántico, Estados Unidos y la península ibérica. Para ello han seleccionado a dos autores estadounidenses, Cerrone y Bresnick, y cuatro del Estado español, con la característica en común de que han tenido un contacto cercano con el continente norteamericano: Buide, Soutullo, Torremocha y Lazkano. El concierto tendrá lugar en la Sala Polivalente del Kursaal y comenzará a las 20:00. En la presentación del grupo defienden que Música Práctica, más que un ensemble, es una plataforma artística. ¿Qué filosofía tiene el grupo? El nombre del grupo es un guiño directo a la antigua división entre música especulativa y música práctica. Habitualmente se acusa a la música contemporánea de ser un campo de experimentación y especulación para compositores, sin que interese al público. Nosotros, con el ensemble, queríamos incidir en que la música contemporánea también tiene una dimensión práctica, muy viva y emocional, que gente alejada del género habitualmente no es capaz de ver. ¿Cómo dio sus primeros pasos? Los primeros proyectos que abordamos fueron varios conciertos didácticos para escolares. Fueron el germen de la línea que seguiría el grupo, porque ya en aquellos primeros conciertos, sin renunciar a una amplia variedad de lenguajes, intentamos ofrecer un espectáculo atrayente al público que se acercaba por primera vez a la música contemporánea. Quedamos satisfechos con el resultado y, desde entonces, intentamos no cerrarnos a ningún tipo de repertorio. El programa de esta tarde, por ejemplo, propone todo un abanico de estéticas y compositores. Usted es compositor pero participa en el concierto también como pianista. ¿Le interesa la interpretación o es solo una consecuencia de su labor como compositor? Yo comencé mi actividad musical como pianista y organista y más tarde llegué a la composición. Actualmente me considero principalmente un compositor, pero me parece positivo mantenerme activo como intérprete, porque es una faceta que me aporta mucho cuando luego me pongo a escribir. No aspiro a desarrollar una actividad concertística, no tendría tiempo, pero periódicamente me gusta mantener el contacto con la audiencia desde el escenario. Antiguamente no se podía concebir que un compositor no fuera también intérprete. Efectivamente. Hoy en día, en general, en la música está todo demasiado etiquetado y compartimentado. Por eso creo que es bueno definirse sencillamente como músico, aunque luego tengas áreas en las que estás más especializado. Los trasvases y la comunicación son importantes para el desarrollo de un músico. Su nombre se hizo conocido cuando ganó el Premio BBVA-AEOS con la obra «Fragmentos del Satiricón», que tocaron todas las orquestas del Estado español. ¿Cómo afectó esto a su carrera como compositor? El trabajo creativo no cambia mucho por ganar o no un concurso, pero lo que sí me dio aquel premio fue la oportunidad de que mucha más gente, tanto intérpretes como público, conocieran mi trabajo. Lo más importante para la carrera de un compositor es establecer lazos con intérpretes que puedan tocar tu música, y el Premio BBVA-AEOS aceleró muchísimo ese proceso. Como había más interprétes interesados también comencé a componer más, y eso me ayudó a madurar y crecer como compositor. Todos los compositores tenemos obras en los cajones esperando la oportunidad de que alguien las toque, y eso, en mi caso, comenzó a ser mucho más fácil. ¿Cómo es la situación de la música contemporánea en Galicia? Hay aspectos muy positivos, como que las dos orquestas profesionales hayan sabido incorporar con naturalidad el repertorio contemporáneo en sus programaciones. Tanto en Coruña como en Santiago de Compostela, la música contemporánea de muy diversas estéticas son un elemento frecuente en las temporadas de abono. También hay una actividad importante de grupos de cámara, con el Taller Atlántico Contemporáneo, Vertixe Sonora, Quinteto Zoar... Hay una buena red de actores individuales y grupos de cámara que mantienen una presencia activa en el panorama. ¿Y el público responde a toda esa actividad? Se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. Ha habido experiencias muy positivas últimamente en cuanto al público y muy estimulantes para quienes nos dedicamos a la música contemporánea. Pero es verdad que, por desconocimiento, aún se da cierto rechazo a todo lo etiquetado como contemporáneo. Recuerdo el final de la temporada de la Sinfónica de Galicia hace dos años, en el que Barbara Hannigan cantó una obra de Abrahamsen y el público estaba enfervorizado. Yo creo que las posibilidades están ahí, quizá lo que falta son mejores estrategias de comunicación por parte de instituciones y programadores. Hay que presentar la nueva música como algo genuinamente interesante y no como una cuota o un compromiso que hay que asumir. Yo defiendo que haya grupos y ciclos especializados, pero lo ideal sería que la música de nuestros días comparta mano a mano la programación con el repertorio del pasado, sin presentarla como el bicho raro que se toca en los primeros diez minutos del concierto. En Quincena, Música Práctica ppropone un programa que une las dos orillas del Atlántico. ¿Cómo se articula esa relación? Yo estudié en EEUU y tuve una relación bastante estrecha con la música del país. Lo que descubrí fue que, al margen de nombres muy conocidos como Philip Glass o John Adams, es difícil establecer diferencias estilísticas con lo que se hace Europa. Hay un trasvase muy grande de influencias entre ambos continentes. En EEUU quizá no tengan el peso tan grande de la tradición europea, ya que aquí nos sentimos herederos de una genealogía que hay que continuar. Pero, desde Ferneyhough hasta Lachenmann, muchos compositores europeos han sido profesores allí y el interés por sus ideas ha germinado. ¿Quiénes son los dos compositores americanos que van a interpretar? Se trata de dos autores estadounidenses de generaciones diferentes. Christopher Cerrone es un compositor joven que ahora mismo está en un momento muy interesante en su carrera. La Orquesta del Principado de Asturias presentará pronto un concierto para violín suyo. En cuanto a Martin Bresnick, aquí es menos conocido pero es el maestro de varias generaciones de compositores estadounidenses desde su puesto en la Universidad de Yale. Fue mi maestro, y él a su vez fue discípulo de Ligeti. Otra curiosidad del programa es que cuatro de los seis compositores han pasado por Roma, por las academias para artistas que los distintos países tienen en dicha ciudad. Yo estuve en Roma, Ramon Lazkano por partida doble, con la academias de España y Francia en Villa Medici, y unos metros más abajo, en la academia americana, estuvieron Cerrone y Bresnick. ¿Y las dos obras gallegas? ¿Hay algún tipo de tendencia compartida en la música contemporánea gallega? En el caso de la pieza de Soutullo la verdad es que no, pues se trata de un homenaje a Takemitsu sin elemento gallego alguno. En mi obra, “Pasos”, no hay tampoco referencias directas a elementos del folclore pero sí hay una conexión emocional, ya que la obra reconstruye mis sentimientos cuando escuchaba los sonidos de las campanas en mi infancia, en Santiago de Compostela. Defenderán también una obra vasca, «Egan 2» de Ramon Lazkano. ¿Por qué precisamente este autor? El mundo sonoro de Lazkano siempre me ha atraido mucho. Es de una belleza enorme pero al mismo tiempo muy emocional y dado al detalle. Esa precisión, su detallismo extremo, exige una concentración máxima de los intérpretes, pero el resultado final es de una riqueza asombrosa. Además, es una obra que no se acaba nunca, porque cada vez que la ensayamos surgen a la superficie nuevos aspectos de los que no nos habíamos percatado antes. El de Lazkano es un mundo sonoro altamente personal y característico, y, para mí, fascinante y estimulante. Hay que presentar la nueva música como algo genuinamente interesante y no como una cuota o compromiso que hay que asumir.