Membrillo
La mejor manera de comprender la circunstancia biológica de la vida es contemplar la evolución de un membrillo. Desde que es una semilla hasta que se convierte en esa carne que se puede trocear a cuchillo y que con un poco de queso fresco alcanza valores de manjar popular. Pues mirando el membrillo, con cara de membrillo a punto de entrar en la fase de transformación en un lila de ascendencia ingenuo ignorante sin posibilidad de arrepentimiento, alcanzo mi cota más baja de comprensión de lo incomprensible. Lo de siempre, adornado.
Me recomienda mi terapeuta que explote mis obsesiones como material de inspiración. Por eso miro al planeta fútbol y comprendo que estamos ante la invasión más demoledora de seres desclasados. Un jugador de cuarta fila declara acalorado ante un conflicto amoroso que él cobra 150.000 euros al mes y por lo tanto no necesita acercarse a ninguna famosa por su dinero. Aquí tenemos el binomio más visitado: famosa, normalmente joven y guapa, junto a descerebrado jugador, joven, de buen cuerpo y que gana esa cifra al mes, o el triple. O diez veces más. Esa es la contra escuela del membrillo. Un mensaje demoledor. Cada vez que llegan pateras, o se hacen reportajes en África, se ven a jóvenes vestidos con camisetas de clubes de fútbol de La Liga, especialmente Barça y Real Madrid. Es normal ver cuadrillas los días de partido vestidos con las camisetas de sus equipos. Los campos de fútbol son una exposición de las mismas. Los precios de esas camisetas oficiales son exagerados. Pues bien, este otoño la moda, es decir la incitación a la uniformidad desde presiones mediáticas se basa en los equipaciones de fútbol. Vestidos, conjuntos futboleros. Ya verán. No es necesario que sean de un equipo, son de fútbol. Los membrillos crecen. Repito: El Todo. Totalitarismo invisible.