Cuando el artificio sustituye a la política
El Gobierno de Pedro Sánchez se está haciendo un máster exprés en recoger cable después de lanzar luminosos globos sonda por aquí y por allá. Quienes iban a quitar las concertinas e impulsar otra política migratoria –recuerden las declaraciones en los días del «Aquarius»– no tuvieron empacho en devolver con nocturnidad y alevosía a 116 migrantes a Marruecos. También advirtieron de que publicarían los nombres de los beneficiados por la amnistía fiscal, pero… ¡Oh, vaya! Que no se puede. Pues nada, a otra cosa, mariposa.
Ahora quieren suprimir los aforamientos, pero solo para aquellos delitos ajenos al cargo, cuando la inmensa mayoría de políticos procesados por corrupción lo están por hechos vinculados al ejercicio de sus funciones. De desaforar a la sacrosanta monarquía, claro, ya ni hablar. Vamos, que van a eliminar los aforamientos –o eso dicen, ya veremos–, pero solo la puntita.
El summum llega cuando, tras erráticos amagos, se venden a Arabia Saudí 400 bombas, pero, ojo al dato, nos tranquilizan asegurándonos que esas armas «no se van a equivocar matando yemeníes», cuando el problema es ese: que los matan, y no precisamente por equivocación.
El unboxing de Franco todavía no lo hemos visto y seguro que faltan aún más ejemplos de este continuo «parecía que sí, pero…».
Tampoco es que, visto lo visto a lo largo de los años, tuviéramos, al menos a este lado del Ebro, esperanzas depositadas en un Gobierno del PSOE, pero el mínimo exigible es que no nos tomen por tontos. No cuela.