Ubicación
Nunca sé a ciencia cierta si debo contestar afirmativa o negativamente cuando me piden permiso las páginas que visito en internet para permitirles usar mi localización o ubicación. Miento más que una cuadrilla de jueces y fiscales en una sauna. Picho sin rechistar en el “acepto” y en el juramento virtual de que he leído las condiciones unas veinte veces por día.
He llegado a un estadio de indiferencia absoluta. Diga lo que diga, si Ellos quieren, me tienen localizado, ubicado y a tiro de micrófonos, cámaras de vídeo y fotográficas y hasta con los recursos suficientes para confundirme.
En otoño me da por estas cosas. Un chiste corto. «Me parece que la chica del GPS quiere ligar conmigo porque me ha llevado a un descampado». Durante un tiempo y en algunas aplicaciones la voz de su servicio para todo era de una gasteiztarra. No tiene nada que ver con el chiste. Me imagino, sin haber leído en esta semana nada de Cioran ni repasado mis apuntes del máster de física cuántica, que lo del Big Data se forma a base de pequeños datos de todos los habitantes del planeta que se acumulan, se ordenan y se convierten en un algoritmo. Lo he escrito. ¿Han visto reportajes de dónde se almacenan todos nuestros datos? Da miedo. La nube es una manera de decir poéticamente que empezamos a ser extraterrestres, al menos, nuestra memoria. Me gustaría saber el algoritmo que ubica hoy, sí hoy, 23 de setiembre del año dos mil dieciocho del cristianismo, las tendencias políticas, las ideologías de uso y costumbre, las ideas transformadoras y las que son de generación automática en nuestro teléfono o red de intoxicación social. Lo único claro es que Maduro es ubicuo. Y Zape Rivera su apóstol. ¿O es al revés y el comunista es Zipi Casado? Menos mal que nos quedan Urkullu y Revilla, amigos para siempre.