Mujica en Ezkaba
Los muros de la cárcel de Ezkaba como escenario hacen aún más próxima y emotiva la historia del cautiverio de los tres dirigentes tupamaros que se muestra estos días en Zinemaldia. Parte de ‘‘La noche de 12 años’’ uruguaya ha sido rodada en una cárcel navarra olvidada en su propio pueblo durante más de 50.
Y el abrazo no es solo que las galerías que atrapan a Jose Mujica sean las mismas que encerraron en su día a Jacinto Ochoa, el vasco que pagó más prisión que nadie durante el franquismo: 26 años. No es solo que en los tormentos del aislamiento sea posible imaginar dramas actuales como el de Xabier Rey. No es solo que en el tránsito vital de El Pepe se reconozca al Arnaldo Otegi más de doce años preso y luego inhabilitado por si acaso. No es solo que en Montevideo y en Iruñea hoy gobiernen los que anteayer estaban presos tras los muros. No es solo que Uruguay sea el espejo de Euskal Herria en América, o Euskal Herria el de Uruguay en Europa, dos pueblos pequeños pero revoltosos.
Lo común es, sobre todo, la determinación de resistir, seguir, sobrevivir y, si se puede, también vivir. «Los derrotados son aquellos que bajan los brazos», sostiene Mujica, tras un viaje interior mayor que el de guerrillero a presidente; un día casi loco en su celda y hoy una de las mentes más lúcidas de este tiempo.
Derrota y victoria son conceptos relativos, allá y acá. No estaban vencidos quienes perdieron aquella guerra de Ezkaba ni han terminado de ganarla hoy los que hace tres años voltearon las urnas. La ética es el camino de la victoria en la batalla verdadera, que es la que uno libra consigo mismo, persona o pueblo, qué más da.