Resiliencia
Un hombre que no se deja retratar y que pide se le distorsione la voz dice que cuando sale de trabajar para ir a su casa debe ir dando rodeos porque se encuentra con demasiadas casas de apuestas en su recorrido. Es un ludópata en rehabilitación. Me imagino que no tiene radio ni televisión. Que no le gusta el fútbol, que considera que la quiniela o los premios de la ONCE no son adictivos. La publicidad constante es asfixiante. Lo milagroso es que no haya más ludópatas. La resiliencia parece funcionar. No está bien determinado qué es ser ludópata social en todos sus términos.
Es un tema de máxima importancia que se camufla de muchas maneras, como demuestra que son pocos los afectados que se atreven a reconocerse públicamente como tales. Por eso que Celia Villalobos diga con toda contundencia que ella «hace lo que le da gana» cuando se le reprocha que ha sido descubierta en el congreso con su tablet, yendo de compras, forma parte de una resiliencia mal entendida, lo que llamaríamos de manera más popular una resistencia a reconocerse como un ser normal, que quiere mantener sus privilegios y que le importa todo muy poco. Ella sabe que está amortizada, que tendrá una jubilación superior por sus años en los escaños jugando con sus maquinistas, quizás una ludópata del escaqueo. Yo me resisto a interpretar las resoluciones de los jueces afines a la banda del Supremo dejando libre de cargos por su máster al mentiroso Zipi Casado, ni las declaraciones de Carmen Calvo, hoy vicepresidenta del gobierno etéreo de Sánchez, cuando dice en público que hay reflexionar sobre los límites de la libertad de expresión. ¿Por qué lo plantea? La libertad de expresión tiene sus límites en el código penal.
¿Está sugiriendo algo más, como una especie de control o censura previa? Resiliencia.