Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Si anda como un pato es un pato

Gentes de bonhomía contrastada, bienpensante, enemiga de los maximalismos (que hoy llaman «radicalismos»), dicen sinceramente estar «escandalizados» ante el cúmulo de desafueros perpetrados por el Estado español contra el llamado procès catalán amén de otros atentados contra la libertad de expresión. Yo también. Dicho como demócrata y como comunista dizque militante de la dictadura del proletariado, es decir, de la mayoría trabajadora, de la democracia socialista, proletaria.

Siempre, desde que muy joven alcancé uso de razón política –y pasé lo que pasé–, he pensado así, y ahora, ya más provecto, conservo ese sarampión juvenil que me autoriza a «chochear» sin música que amanse mi «burrez» ideológica. Al revés. Formado en la escuela de la calle, en ambientes obreros, eskerraldeanos, de «buena familia», que se dice, educado en colegio de pago y universitario con los jesuitas (de Deusto; no saldrá de mi boca una sola mala palabra sin confundir, claro está, mi experiencia personal con la historia de esta compañía paramilitar fundada por un vasco contrarreformista, por un «general»), soy un «desclasado» de «arriba abajo».

De mí sé decir que sostengo que lo que define y caracteriza al Estado español es, en lo fundamental, su carácter fascista sin que se me escape lo jupiterino de la expresión. Y no ya por las incontables «pruebas» que vivimos hoy, que me darían una razón que no busco ni pretendo, léase, verbigracia, la greguería de la exhumación de los restos de Franco –de quien ya Azaña dijera que era «el más temible» de todos los militares africanistas–, sino por sus orígenes que se remontan a una sublevación militar-fascista en julio de 1936 y cuyos barros traen estos lodos que, según parece, «escandalizan» en plena, eso se oye, democracia, ¿o es que no se vota en el país? Yo me voy allí, a la raíz, y no me detengo en el «régimen del 78», una rama, como si hubiera un antes y un después tras la muerte (en la cama) de un dictador asesino. Así no se escribe la historia salvo la de los vencedores y/o sus herederos. El rey sigue desnudo. Lo demás birlibirloque, «escándalo».