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DE REOJO

Brexit o brexit


La primera gran duda es si tengo que escribir con mayúscula o minúscula la be de Brexit. Haré lo que me vaya sugiriendo la narración de una duda mayor, ¿qué es exactamente el Brexit? ¿Qué pasa en el Reino Unido, qué hay en esos cuatrocientos folios donde se ha pactado el divorcio o separación de bienes entre los ingleses y Europa? Como me ponga a leer o a escuchar las tertulias, acabo pidiendo una tortilla de paracetamol.

Las dimisiones en cadena de ministros y altos cargos del gobierno de May, ¿son por defecto o por exceso? A los euroescépticos, se les suman ahora los Brexit escépticos y consiguen crear una colonia de escepticismo que parece una plaga de purgantes o una masa plástica profiláctica que nunca se entiende bien si contienen salidas o miedos. O ambos asuntos a la vez. Parece que hay un designio superior, no habrá una nueva consulta sobre el Brexit. O eso se asegura.

Al gobierno español actual, el de antes y el de mañana, lo que le preocupa es Gibraltar. ¿Cómo queda el asunto del peñón? Y es que, si se produce el adiós definitivo, se crea una nueva frontera sur y problemas sociales y laborales. Por lo tanto, analizar este asunto desde la razón es tarea difícil porque se lanzan informaciones multidireccionales y todas arrimando el foco a su deseo, más que a lo que parece pueda suceder.  Si la supuesta independencia de Catalunya desató un pánico por saber dónde jugaría el Barça, el Brexit coloca a centenares de profesionales del fútbol fuera del ámbito laboral europeo. O no, porque seguro hay cláusulas revisables. El tiempo pasa, las fechas se aproximan, las decisiones se deben tomar y gestionar, después sus consecuencias. Digamos que será un momento histórico interesante de contemplar desde el escepticismo más inabarcable. Yo ahora lo sigo por la CNÑ, que es idónea para la risa floja.