Raimundo Fitero
DE REOJO

Envidia

Sistiaga tiene un nuevo programa en #0, cuyo título genérico es “Tabú”, del que vimos una entrega llamada “Envidia”, con guión, dirección y presentación suya, tiene un formato bastante elaborado, como de reportaje muy británico, y se acercó al asunto desde varios puntos de vista y nos deparó aseveraciones que nos dejaron con las dudas en carne viva. Se entrevistó con famosos y especialistas que llegaban a conclusiones que escapan a nuestro placer de sentir envidia sana o muy  corrosiva.

La intervención más fuerte, la del actor catalán Lluís Homar, que confesó su envidia, su gran ego, ya desde pequeño siendo diez hermanos, su enfermiza relación con sus directores. Explicó que con los años lo fue aceptando, porque, debido a su educación católica, lo que sentía era culpa, al envidiar a los demás. Contó que hasta llegó a darle un puñetazo a Lluís Pasqual, en un ataque de envidia profesional. Ahora lo admite, sabe que tiene esa reacción emocional, y se perdona. Sabe que se le pasa y sigue siendo amigo del envidiado. La entrevista se hizo en la parte externa de un bello faro de costa en un lugar indeterminado. El más dañino, el más banal, fue Jorge Javier Vázquez, la estrella de la envidia y la codicia, el rey del exterminio de la dignidad personal y el emperador de la mentira autoficcional. Sistiaga tiene la tesis de que la envidia de los telespectadores es la que nos lleva a ver esos programas delirantes, y que disfrutamos mucho cuando a un famoso le sucede algo malo. Y el licenciado Vázquez, le daba la vuelta al concepto y se mantenía en un lugar extraño, donde las emociones de su “Sálvame”, justificaba todo, hasta la ínfima cota de inteligencia funcional de todos sus monstruos televisivos. Como Julián Contreras, un confeso vendedor de su vida sabedor de que era lo único que tenía para vender. No dan envidia; dan pena.