Joseba ITURRIA
VIGÉSIMO ANIVERSARIO DEL APUñALAMIENTO MORTAL A AITOR ZABALETA

«NOS AGREDIERON 30 Y CULPARON A UNO, MATARON CASI GRATIS»

Tres de las componentes de la peña Izar que viajaron junto a Aitor Zabaleta para animar a la Real en el Calderón no olvidan al cumplirse veinte años de su apuñalamiento mortal una agresión que también ha marcado sus vidas y que recibieron solo por ser vascos.

Leire Fernández, Maider Gorostidi y su madre Anttoni Karrera recuerdan para GARA lo que vivieron el 8 de diciembre de 1998 en las inmediaciones del Vicente Calderón, cuando un policía municipal les dijo que fueran a un bar al que no debían ir y se vieron rodeados en una agresión de ultras del Atlético de Madrid que acabó con la vida de Aitor Zabaleta. Maider Gorostidi, que con 20 años era la responsable de la peña Izar que organizó aquel viaje, le acaba de contar lo qué ha marcado su vida para siempre a su hija Maialen, de 10, y «no puede entender que a Aitor lo mataran solo por ser vasco».

Gorostidi fue una de las impulsoras en 1995 de una peña formada solo por chicas, algo excepcional entonces en el fútbol: «Siempre he sido de la Real. Uno de los valores trasmitidos en mi familia era querer a la Real. Fui con mi madre con la Peña Imaz a un viaje a Barcelona, conocimos a otras chicas y tuvimos la idea de hacer una peña. Pusimos un anuncio en el periódico para crear una peña de la Real de chicas y fue bonito cómo nos juntamos más de veinte en la inauguración. Teníamos un local grandísimo, lo pintamos de blanco y azul... Conocíamos a jugadores, nosotros íbamos a felicitarles todos los cumpleaños a Zubieta, lloviera o granizara, y nos trataban muy bien, venían al local un montón de ellos...».

Con esa ilusión empezaron a organizar viajes como aquel de Madrid para ver la vuelta de una eliminatoria de Copa de la UEFA. Anttoni Karrera recuerda que «para nosotras era un viaje más, habíamos ido a Valladolid o Zaragoza... Aranzabal ya nos dijo tres días antes que si vais a Madrid tened cuidado, del autobús al campo todos juntos. Entonces pensé si era tan peligroso...».

Leire Fernández añade que «igual fuimos inconscientes. Íbamos al campo como a una fiesta, a disfrutar con tu equipo, no pensábamos que te iban a matar por ello. Ahora piensas que no debíamos haber ido, pero lo hicimos bien». Así llamaron desde una cabina del Centro Comercial en el que comieron, entonces no había móviles, al número de teléfono que les habían facilitado para que les escoltaran al campo, pero allí les abandonaron: «Ellos nos dejaron, nosotros no les dejamos. Preguntamos a un municipal para ir a un bar a tomar algo y nos mandó a un sitio al que no debíamos ir. A la boca del lobo».

A pesar de que se vivía un momento de paz y esperanza en Euskal Herria con la tregua de ETA y el acuerdo de Lizarra-Garazi, en Madrid solo encontraron odio y violencia. Se había organizado la caza del vasco y eligieron como presa a una peña femenina que solo quería animar a su equipo. Leire recuerda que «una vendedora de un puesto de bufandas nos dijo que aquel sitio era peligroso y nos avisamos entre todos para salir».

Maider añade que «cuando salíamos del bar iba con mi madre hablando en euskera y una chica me dijo: ‘hija de puta vasca, habla en español’. Le dije que me dejara en paz sin insultarle ni nada y empezamos a correr porque venían a agredirnos de varios lados, unos treinta, algunos que se bajaron de dos coches. Estaban muy organizados. Nos tiraron al suelo y al día siguiente teníamos moratones que no sabíamos ni cómo salieron. Fue horroroso, solo veíamos gente alrededor que venía sin que nadie provocara. Aitor lo único que hizo fue pedir tranquilidad y separar cuando le insultaron a su novia».

«Tenéis lo que os merecéis, hijos de...»

Apenas un centenar de metros separaban el bar y el campo, pero no había escapatoria. Empezaron a ser insultados, acorralados y agredidos y, lejos de auxiliarles, los policías estaban del lado de los agresores. Anttoni no olvida que «al lado de un coche vi a Aitor ensangrentado. Nos pusieron contra la pared con toda la gente chillándonos y los policías en vez de ayudar nos decían ‘tenéis lo que os merecéis hijos de puta’».

Recuerdan que «el campo todavía estaba cerrado y había gente mayor arriba, alguno que creemos que era trabajador del Atlético, llamándonos de todo. Todo el mundo nos insultaba y nos decían ‘putos vascos, os vamos a matar’ y en el campo seguían igual y nos hacían el gesto de cortarnos el cuello. Había un montón de cámaras y desaparecieron todas las imágenes. Luego al siguiente partido fueron con florecitas donde lo mataron, pero todo el campo nos gritaba eso, como se puede ver en un vídeo en Youtube».

Añaden que «en el campo no vimos ni el partido, era tener que estar allí, con la gente llorando, pensando cuándo vendrá Aitor. Al principio nos dijeron que le iban a dar unos puntos y volvía, que no había sido para tanto, pero un periodista vino y nos dijo que la cosa era grave. Un directivo nos pidió que cuando acabara el partido fuéramos al autobús. A la salida nos protegieron y nos dijeron que no nos pusiéramos al lado de las ventanas. Así empezamos el viaje de vuelta. Otras veces volvíamos cantando aunque se perdiera, pero íbamos todos callados en tensión sin saber cómo estaba Aitor hasta que pasadas las cuatro dijeron en la radio que había muerto y empezamos a llorar y gritar. Ni nos imaginábamos que se iba a morir».

Era el primer viaje de Aitor Zabaleta con la peña Izar y dejó huella: «Era muy jatorra, muy sano, divertido con todos. Hasta con un niño pequeño que iba y conoció ese día estuvo jugando con él. Tuvo que bajarse para pagar la autopista porque el autobús era viejo, pero siempre íbamos con él porque nos hacía un precio especial, y no bajaba la ventanilla del chofer. Era dicharachero, hablaba con todo el mundo, contando chistes... Le conocimos ese día y era como el relaciones públicas, muy agradable. Se apuntó su cuadrilla pensando que éramos una peña de chicas tranquilas y que no íbamos a tener ningún jaleo... Y ese día la peña Mujika estuvo en Vallecas hasta la hora del partido siempre con la Policía y a nosotras nos dejaron allí...».

Fue terrible lo que vivieron ese día en el Calderón, pero también lo que pasaron después. Casi sin dormir se pusieron en contacto con la Real y a la tarde se reunieron en el local, a donde acudió Iñigo Idiakez, jugador del equipo entonces, porque su hermana fue con ellos y las ayudó. Luego fueron al club. Al día siguiente la Ertzaintza les tomó una primera declaración y después tuvieron que ir el 21 de diciembre a declarar a Madrid.

Sufrieron amenazas y presiones para que no identificaran a los agresores. La familia Gorostidi Karrera recibió llamadas a todas las horas al teléfono fijo que servía para comunicar con su casa, su negocio y era público por ser el de la peña, llegaron amenazas al ayuntamiento de Donostia....

Recuerdan que en el primer viaje a Madrid «fuimos en coches de la Ertzaintza camuflados y era todo de película. Podían entrar al parking del Juzgado y cuando llegamos los ertzainas nos pidieron que nos agacháramos porque nos esperaba allí gente. Fuimos a una rueda de reconocimiento y lo pasamos mal porque, aunque no te veían, tenías la sensación de que te atravesaban y detrás teníamos pegados a jueces, fiscales y abogados que parecían estar de su parte. Venga decirnos que teníamos que estar seguras...».

El acoso de Rodríguez Menéndez

Y padecieron a Rodríguez Menéndez, abogado especialista en proteger a elementos de ultraderecha y defensor de sus agresores: «Era un personaje impresentable, levantaba la voz, intimidaba y lo tenías a un metro. Lo pasamos mal en los juicios y la mayor ayuda que teníamos era la del padre de Aitor. El hombre lo pasaba mal y era supercercano».

Maider, acostumbrada a hablar en euskera, recuerda que «tenía 20 años y me costaba entender todo y encontrar las palabras adecuadas y menos tonta me insinuaron de todo». Leire corrobora que «la sensación es que no te llaman imbécil, pero te hacen sentir inútil. Te hacían una pregunta detrás de otra y te quedabas con la sensación de no poder decir lo que querías con las ganas que teníamos de meter a todos en la cárcel para que cada uno pagara lo que hizo. Porque nos agredieron 30 y culparon a uno. Mataron casi gratis. Están demasiado arropados porque hubo premeditación y alevosía, estaba todo muy organizado. Los demás salieron con desórdenes públicos». Anttoni concluye que «no ha habido justicia ni nada y volverán a hacerlo porque les ha salido muy barato».

Ha cambiado su vida y la forma de entender el fútbol. Leire destaca que «tengo el recuerdo de vivir el título de la Real con mi aitona y mi aita en Atotxa, de ver al Sanse esperando el resultado de Gijón y vivía el fútbol como me enseñaron y aún me falta el aire para recordar aquello. Dije que no quiero seguir si el fútbol provoca esto». Anttoni añade que «aquello nos cambió todo y tampoco tuvimos el cariño que necesitábamos. Todavía me despierto angustiada por las noches y estoy segura de que es por eso».

Maider destaca «el miedo que teníamos a que vinieran después a por nosotras, conocían nuestra dirección, nuestra tienda... Lo que pasó allí solo lo sabemos nosotras. No volvimos a hacer un viaje fuera de Euskal Herria. Lo peor es que mataron a Aitor, pero fue mucho más y no nos apoyaron. Nos arropábamos entre nosotros, hicimos más piña todavía. Pero no hubo una llamada de teléfono para preguntarnos qué tal. Solo la Peña Mujika y Bomba Taldie estuvieron siempre con nosotros y se portaron muy bien».