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Frankfurt

El euro llega a su vigésimo aniversario como un gigante con pies de barro

Han pasado veinte años desde que el euro echara a andar, aunque aquel 1 de enero de 1999 todavía lo hacía como una divisa virtual. Hubo que esperar otros tres años para manejar billetes y monedas.

A punto de cumplir sus primeros veinte años, el 1 de enero, el euro es una moneda consolidada en los mercados y ha sobrevivido a su primera gran crisis. Pero está condenado a seguir siendo un coloso con pies de barro si no aumenta la solidaridad en el seno de la Unión Europea.

Nacido primero como un instrumento virtual utilizado solo en el ámbito de las finanzas y la contabilidad, el euro se materializó el 1 de enero de 2002 y hoy es la moneda que comparten 340 millones de ciudadanas y ciudadanos de 19 de los 28 estados de la UE.

El Banco Central Europeo (BCE), que tomó las riendas de la política monetaria en 1999, se enorgullece de haber evitado una escalada de precios, aunque para mucha gente la imagen de la inflación está tatuada en la piel del euro.

No obstante, la popularidad de la moneda única se encuentra en lo más alto. Como media, el 74% de la ciudadanía de la eurozona estima que ha sido beneficiosa para la UE, y el 64% que también lo ha sido para su país, según el barómetro de noviembre publicado por el BCE. Y ello a pesar del auge de los movimientos populistas anti-UE.

Hándicaps y divisiones

En el verano de 2012, tras el estallido de la crisis financiera global, el euro se vio sacudido por la crisis de la deuda soberana que amenazaba con dislocar el sistema bancario. Esos hechos pusieron de relieve los hándicaps originales: la falta de solidaridad presupuestaria europea para la mutualización de la deuda, de las inversiones y, por tanto, de los riesgos; la profunda disparidad entre economías estatales; la falta de un prestamista de última instancia para apoyar a los Estados en dificultades...

Con el telón de fondo de la crisis griega en particular, «el euro alimentó los reproches recíprocos; los países latinos del sur reprochando a los del norte su ordoliberalismo, los del norte a los latinos su laxitud», tal como comenta para AFP Eric Dor, director de estudios económicos de IESEG, escuela de negocios francesa.

Mario Draghi, presidente del BCE, pudo extinguir el fuego al asegurar que esta institución haría&bs; «todo lo posible para salvar el euro». Y se dotó de un programa para comprar, bajo condiciones, una cantidad ilimitada de deuda de un Estado que fuera atacado en los mercados. Un arma nunca utilizada pero que fue suficiente para traer la calma. Luego, para controlar el espectro de la deflación, colocó sus tasas al nivel más bajo.

En el plano político, por contra, poco se ha hecho para corregir los defectos innatos del euro. Los 19 estados aún no se han dotado de instrumentos para la convergencia o para invertir en las respuestas a sus grandes retos.